Privilegios

18-02-2009.
El nuncio del Papa de Roma, monseñor Bertone, vino, negoció y se fue después de adoctrinar a Zapatero sobre el aborto, la educación para la ciudadanía, el matrimonio, la eutanasia… El divorcio, ya ni se menciona. Casi todo es cuestión de tiempo.

Daba gusto verlos tan solemnes, tan lustrosos, tan felices… La jerarquía eclesiástica española tenía ahora motivos para sentirse bien. Incluso, el número dos del Vaticano decía estar satisfecho con la defensa de los derechos humanos que el gobierno socialista de España practicaba. Buenas caras, hábito preciosista de la vicepresidenta M.ª Teresa Fernández de la Vega, en palabras de monseñor. Moratinos, más afable que nunca… Pero ¿por qué? No me fío ni un pelo de tanta parafernalia mediática. Aquí pasa algo. No creo que tanto colaboracionismo eclesiástico con el PP, en campañas electorales, se convierta ahora en complicidad con los adversarios. Al menos, así lo percibo yo.
Pocos días después ‑uno que lee los periódicos‑, me entero de que «La Iglesia obtiene casi medio millón más de contribuyentes», lo que supone 67,5 millones de euros, más colectas y suscripciones. Según la CEE, los factores que han influido en el aumento de contribuyentes a la Iglesia han sido: aplicación del coeficiente de asignación, la evolución al alza del impuesto sobre la renta y la eliminación de la exención del IVA. Por otro lado, la continuidad del concordato permite seguir impartiendo, de forma opcional, clases de religión en todo el sistema educativo, incluida la Universidad.
La potestad de la Iglesia de nombrar al profesorado que imparte esta asignatura, a pesar de estar remunerados por las administraciones públicas, no deja de ser un privilegio injusto, en relación con quienes, para obtener un puesto de trabajo en la docencia pública, deben atenerse a durísimas pruebas de oposiciones o a criterios selectivos negociados con los sindicatos para acceder a la bolsa de trabajo.
En la facultad de Ciencias de la Educación, es obligatorio incluir en el currículo la asignatura de religión, que en la práctica tiene una elevada matrícula, razón utilizada por la jerarquía eclesiástica para conseguir esta prerrogativa. La razón de la demanda es fácil de entender: a los maestros y a las maestras que tengan acreditados estos estudios, se les considera habilitados para impartir religión en la escuela. De manera que nos encontramos estudiantes universitarios no creyentes, ateos o, simplemente, cristianos no católicos, matriculados en esta opción laboral. Una incongruencia total; pero los tiempos de los ideales hace tiempo que cedieron al pragmatismo.
Zapatero ‑mi buen presidente‑ ha demostrado, en esta ocasión, su debilidad por los votos, dejando la coherencia para mejores tiempos. Cuando se entienda, por fin, que el César y Dios son discordantes desde el mismo origen del Evangelio.

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