26-09-2008.
¡Ánimo! De corazón te deseo que aceptes esta prueba que del cielo te llega y seas capaz de superarla con paciencia y resignación franciscanas. Ya sé que no es fácil. Por eso, con lágrimas en los ojos, te encomiendo a santa Eduvigis, patrona de los afligidos, para que te asista en el trance tan especial de tu jubilación.
Ella, que tantas calamidades soportó, no te negará su ayuda porque tienes una “ánima” buena y generosa (que eso se ve en tus escritos cuando hablas del Pegajoso, del Tortuga, del Pelota, del Verdugo y del Bebedor de la Pajita) y, por si fuera poco, te llamas Enrique como el esposo de la santa, que voló al cielo porque unos desalmados lo apuñalaron sin mediar palabra.
Piensa que cuarenta años en la enseñanza son muchos años y que no es bueno abusar de los placeres, aunque sean educativos; que en la enseñanza, como en el amor o la bebida, lo prudente es hacer un consumo responsable. Que si lo dice la tele, será verdad.
¡Qué difícil te va a resultar despedirte de tus alumnos! Yo los imagino disciplinados, correctos, juiciosos, modositos y aplicados ‑como son los muchachos hoy día‑, que para eso gozan de un sistema de derechos y libertades que ya hubiéramos querido para nosotros.
¡Qué doloroso decir adiós a los padres y madres de la Asociación! Esos colaboradores necesarios de un sistema que busca la excelencia en el diálogo y en la participación. Esos miembros que, con entusiasmo especial, respaldan las decisiones del claustro incuestionablemente, como debe ser.
¡Cuánto valor! ¡Cuánta presencia de ánimo! Sólo de pensarlo se me aflojan las lágrimas como a otros se les afloja el “pinganillo” porque padecen incontinencias de otro tipo.
¡Qué trago abrazar a tus compañeros y mirar las clases, una vez más, dejando volar la imaginación! ¡Cuántos recuerdos! Y al final, salir por la puerta del Colegio llenas las manos de felicitaciones, emocionado y triste, repleto el corazón de sentimientos y rebosante el alma del calor de los discursos.
¡Valor Enrique! Detrás de ti quedan tus compañeros y compañeras, interinos e interinas, miembros y “miembras” del claustro que siguen en el tajo. ¡Consuélate! Las cosas ya no son lo que eran. Hoy nuestro sistema educativo cuenta con multitud de pedagogos, burócratas, inspectores enchufados, cabecillas sindicales liberados, consejeros, amiguetes, delegados, mandamases y otros importantes cargos que se esfuerzan por mejorar la calidad de la enseñanza y erradicar el fracaso de nuestras escuelas. Son nuestra garantía; ellos constituyen una de las estructuras más sólidas, firmes y modernas de la enseñanza mundial. Una estructura de la que no sé si hemos de sentirnos orgullosos; pero que, sin la cual, nuestros alumnos jamás alcanzarían los niveles académicos que ostentan en la actualidad. ¿Verdad?
Por eso, vuelve a casa, amigo Enrique, a desfrutar de tu familia, de tus libros y de tus amigos. Escribe para la Asociación. Haznos reír con las historias del “Protestón” y del “Voceras”. ¡Queda con Dios! Encomiéndate a santa Eduvigis y hasta que volvamos a vernos recibe mi abrazo más sincero.
Barcelona, 25 de septiembre de 2008.