Crisis… ¿qué crisis?

22-07-2008.
Parece que va en serio, pero en Málaga y en la costa no encuentras sitio para tomar un pescaíto. En realidad sólo significa que somos muchísimos los que soportamos la crisis sin el más mínimo recorte en el bolsillo. Otros no.

Ayer volvía a casa en el bus urbano. Era de noche y los contenedores estaban llenos de basura recién depositada por los habitantes de la opulencia. Paró el autobús en un semáforo junto al que había uno de esos contenedores. Desde mi ventanilla pude observar a dos inmigrantes que rebuscaban entre las basuras algo de comida, y lo conseguían con paciencia y tesón. Restos de bocadillos de sobrasada y salchichas, que guardaban en una bolsa, celebrando poder dormir esa noche con el estómago lleno, en alguna cama caliente de las que se alquilan por horas en habitaciones masificadas de realquiler.
Sentí vergüenza. Entre mis manos tenía el libro que se había presentado aquella tarde en el centro Cultural de la Diputación de Málaga. Su título: Centros de internamiento: cárceles encubiertas. Lo empecé a leer durante el breve recorrido que faltaba para bajarme en la parada próxima a mi casa. En el prólogo, uno de sus autores, José Luis Pernía Ibáñez, Presidente de la Plataforma de Solidaridad con los inmigrantes de Málaga, escribe:
A diferencia de otros momentos, la emigración, en los tiempos presentes, dibuja un mundo con importantes fracturas entre el rico mundo del Norte y el empobrecido mundo del Sur; incluso, el llamado Primer Mundo incluye en su seno a un Cuarto Mundo de olvidados y marginados, que configuran una coexistencia en crisis y donde haber nacido en el lado “malo” de la geografía obliga a muchos seres humanos a vivir en la pobreza y en la precariedad permanentes.
Nada nuevo. He tenido la oportunidad de conocer la inmigración en su origen y en su destino (Marruecos y Andalucía), pero no me acostumbro a estas situaciones. Cuando las veo, en mi mente fluyen pensamientos extravagantes, contrapuestos a esta triste realidad. Me pregunto:
● ¿Por qué no se bajan por decreto los elevadísimos sueldos de los numerosos altos y medios cargos políticos?
● Las comidas, celebraciones y otros gastos de protocolo tan frecuentes, ¿por qué no se reinvierten en otras actividades más productivas?
● Las publicaciones, conferencias (algunas de coste millonario por parte de las administraciones públicas) y exposiciones ¿por qué no se reducen a lo estrictamente necesario? Sólo mientras dure la crisis.
Apostar por el transporte público y fomentar el uso de la bicicleta supondría más puestos de trabajo, aire más limpio y menos consumo de petróleo (arma de destrucción masiva de Irak).
Eliminar parte de los alumbrados de las ferias y de Navidad o utilizar lámparas ecológicas, ahorraría energía.
Acondicionar los centros de internamiento de inmigrantes, reconvirtiéndolos en centros de atención social al inmigrante con todas las garantías de respeto y libertad, dignificaría nuestro sistema.
Mejorar la atención a los barrios marginales, evitaría muchos casos de delincuencia menor si se complementa con ofertas públicas de trabajo a los más humildes.
Perseguir con dureza el tráfico de drogas, la corrupción urbanística y política, nos daría seguridad a los ciudadanos honestos.
Tomar medidas coyunturales para que los grandes empresarios soporten la crisis con sentido de solidaridad, es decir, con menos beneficios mientras dure la crisis, supondría mantener el puesto de trabajo a decenas de familias.
Aumentar los recursos de la inspección de Hacienda para obligar a tantos burladores del fisco a pagar sus impuestos, aumentaría los ingresos del Estado para poder reinvertir en ese Cuarto Mundo que siempre está en crisis.
Podría seguir, pero es verano y hay que disfrutar de playa, del pescaíto…, que las crisis sólo es cosa de otros, de los que mañana volverán a rebuscar en el contenedor de basura, antes de dormir con desconocidos en una habitación mal ventilada de camas calientes.
 

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