Dentro de la muralla

15-05-2008.
xxviii
LAS MUJERES QUEDARON DENTRO de la muralla y sólo se oía
el silencio como se oye un motete a cuatro voces mixtas

en una catedral románica de la vieja Europa. El sol,
en la gallera, despertaba su orquesta de falsos instrumentos.
Los vientos, como los hombres, habían
emigrado a los bosques ecuatoriales. Aún las aguas
de los ríos no tenían en sus espejos el agrio sabor
de los suicidios y las dentelladas de los caimanes.
Ni existían los días grises con la suavidad del guante
de una soprano obesa abandonado sobre la tapa de un piano,
porque aún los hombres no conocían las salas de baile
ni el cine americano ni las enfermedades de Occidente. Tampoco
habían besado a las muchachas de la ciudad
que caminan sobre tacones cimbreantes. Y es que no llevaban
más vestidos que su propia desnudez.
 
 

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