13-03-2008.
—Si tienes que enseñar latín a Juan… ¿qué debes saber primero?
—Latín —respondieron los alumnos del seminario diocesano a la pregunta de su profesor.
—No —corrigió el profesor—. Lo primero que debéis saber es quién es Juan.
Esta anécdota me la contó un compañero, que fue seminarista en su adolescencia y partícipe del hecho narrado. Hermosa y profunda lección para quienes, por unas u otras razones, se dedican a esta difícil tarea de la educación.
¡Cuánta razón tenía el eclesiástico profesor! De nada vale saber mucho latín si no sabemos enseñarlo a Juan. Tampoco de nada vale la teoría didáctica, si no conocemos primero a quien tiene que aprender. Porque para enseñar cualquier materia, el profesor debe saber cómo es su alumno, cuál es su interés por el conocimiento, qué posibilidades tiene de estudiar en su casa, cuál es su nivel de atención, en qué entorno cultural y social se desenvuelve… Es decir, primero la psicología y el contexto sociológico del discente; después, la metodología; y, por último, el contenido que ha de aprender.
Después del informe PISA, vino el informe Mackinsey, tan importante como el primero, pero menos sensacionalista desde el punto de vista periodístico. Es el análisis de los resultados en el que encontramos datos valiosísimos respecto a los diez países más valorados en el PISA. Los diez, Finlandia a la cabeza, coinciden en la gran profesionalización del profesorado como principal causa del éxito. En la formación inicial de la carrera docente en estos países, la exigencia pedagógica es altísima, además de necesitar la máxima calificación para acceder a las diferentes especialidades. No puede ser de otra forma. Los tiempos cambian y con ellos, todas las profesiones se ponen al día en técnicas de trabajo y utilización de nuevos materiales. ¿Por qué los docentes somos tan reacios a los cambios? ¿Por qué seguimos enseñando como hace décadas? Las estrategias metodológicas han brillado por su ausencia, la evaluación ha sido y es poco estimulante para despertar el interés por la actividad escolar. La mayoría del profesorado de nuestro país continúa imitando las formas en que se educaron, obviando el cambio producido en la sociedad.
La fábula del árbol ilustra estas reflexiones: se trataba de que todos los animalitos del lugar consiguieran el mismo objetivo: ubicarse en las ramas de un árbol cercano. El mono lo tuvo fácil: con dos saltos eligió una alta rama. El pájaro también lo consiguió con prontitud. El perro, con gran dificultad, pudo encaramarse a una baja rama. La tortuga lo veía casi imposible. El pez… ¡Ay, el pez! ¿Quién le ayudaría a subir al árbol? Viéndolo imposible, desistió al ver que otros, como la tortuga, fracasaron en el intento. El objetivo era inalcanzable para muchos; el tiempo de ejecución, muy diferente para otros… En fin, el planteamiento inicial era claramente erróneo por exigir a todos lo mismo. ¿No es eso lo que hacemos en los controles y exámenes en las enseñanzas obligatorias, sin tener en cuenta que la heterogeneidad es el primer criterio de agrupamiento?
Es tiempo de notas del segundo trimestre. También de reflexión sobre nuestra acción educativa.