Prologuillo

DEDICATORIA
Partamos hacia el mundo del misterio.
A la asociación de antiguos alumnos Safa, “obra” con mérito y entusiasmo. Desde ahora, con vosotros. Esta es la historia que os cuento.
 

Se abre esta Antología 1, dedicada a mi poesía, con una Primera parte: los dos recitales que di en el Castillo de la Mota en los veranos de 1981-1982 y un apéndice añadido. Sólo he modificado algunas expresiones por cuestión de estilo y, por supuesto, los tiempos verbales, para poner en pasado lo que fue presente. El contenido aparece tal cual. Como testimonio de aquella época efervescente, cuando todo empezaba a ser de otra manera. Ahora, 25 años después, sobrarían algunos versos y otros –probablemente‑ no digan aquello que decían. Son como las fotos viejas, desteñidas, que guardamos en una vieja cómoda, pero que tienen todo el sabor añejo de parte de nuestra historia.
Sé que toda antología es «imperfecta», en su verdadero sentido de inacabada, por la necesidad de selección, la brevedad de su esquema y la parcialidad ‑del antólogo‑, en este caso, el propio autor. Y es normal que, a la hora de seleccionar, te sientas atraído por tal o cual poema que puede ser menos bello o menos técnico, pero más significativo. Muchas veces el entorno, la circunstancia o el detalle (siendo extraliterarios) te hacen destacar un determinado poema y llegas a quererlo un poco más, aunque reconozcas la paternidad de todos por igual. Son como los hijos.
La metodología de esta poesía‑recital es muy simple: una breve reseña de cada etapa, junto con una glosa previa a cada poema. Ya sé que los poemas deben volar desnudos y que son los lectores los que han de «descubrirlos»; pero yo sólo me limito a enmarcarlos con algún dato que puede explicar un poco su embarazo, su parto y su crecida.
Las fechas que aparecen son relativas en algunos poemas y han de entenderse como una aproximación al hecho de su escritura; en ningún caso ha de tomarse literalmente su calendario. Lo digo porque unas veces se conserva la fecha de creación y en otros la de su publicación. Incluso hay algunos que no tienen fecha: cambiaron de sitio muchas veces y debieron de perder su carné de identidad; sobre todo, los inéditos que, olvidados o repudiados, permanecían en su cajón amarillo… como aquella arpa del «salón en el ángulo oscuro». Hoy ven la luz, adormilados por el largo sueño de la espera.
La Segunda parte me la exigieron los poemas que andan por ahí desperdigados en revistas, sueltos, programas y páginas a voleo. Yo les llamo versos «sembrados». Algunos fueron alimento de recitales por distintas posadas y viajes…; otros sirvieron para pasto de las llamas (como lo oyen); y hay otros que tienen una huella ya fijada en mis tres poemarios publicados y en algunas prosas de Coloquios alcalaínos. Ahora se podrán saludar todos juntos, y se alegrarán de verse, desde luego.
La Tercera parte incluye la cosecha más novedosa, mi poesía inédita. Son poemas de los años 92-04, período de vuelta de lo que yo llamo sexenio de Lisboa. Mi estancia en la capital portuguesa supuso un paréntesis, cuando dejé aparcada la poesía y me dediqué a «otros lares». A partir del año 2000 sólo escribí algún que otro poema suelto (epígonos) y, en cambio, desarrollé cada vez más la afición por la prosa poética, que podremos ver en el capítulo IV.
En esta tercera parte, coexisten tres colecciones inéditas: «De un espejo cómplice» (1992), «Nilocafé» (1995) y «Soleada soledad» (1997)… como una vida siempre en prórroga. Aunque hay otras dos anteriores, igualmente inéditas, «Versos del estribo» (1989) y «Sonámbula estación» (1990) obra, esta última, que considero como la verdadera transición en mi creación poética.
Finalmente, hay una Cuarta parte que sirve de muestrario de mi prosa poética, la mayoría publicada en prensa. La interinidad de los artículos periodísticos hace importante para mí que les de un cuerpo más sólido y, lo mismo que los poemas sembrados, se puedan tener a mano. Los considero auténticos poemas en prosa porque fueron escritos con esa intencionalidad: forma lírica, expresión sensible y motivación estética. A algunos los considero como de lo mejor que he escrito.
Por otra parte, cada vez estoy más convencido de que hay que romper la barrera verso‑prosa y desinflar los formalismos externos. Esa es otra razón por la que he incluido esta cuarta parte, que puede entenderse como un apéndice último. Son ejemplos de prosa lírica, bien como máximas (calendas), como fragmentos de relatos poéticos (crónicas vividas ), o como páginas de un diario íntimo.
M¡ producción poética seleccionada está aquí, en estas páginas que ya no me pertenecen y, aunque cada poema tiene su biografía, es –ahora‑ cuando el lector lo lee, cuando se produce no sólo la intercomunicación, sino la recreación de cada uno ellos por parte del público.
Con conseguir un leve pellizco en la sensibilidad de cada uno de vosotros, me doy por bien pagado.
Me ha llevado tiempo y cabeza el título de esta
antología. En un primer
momento la pensé sin un nombre concreto y tenía
decidido que saliera
a palo seco: Antología-1: Poesía… y hasta luego.
Pero poco a poco me fue exigiendo un nombre,
como si se tratara de un
bautizo nuevo. Y no ha sido fácil.
Los títulos de Metálica paloma,
Las últimas
cerezas
y
Liturgia del tiempo
se agolparon, dándose empujones, para salir
elegidos. Los tres títulos tenían
su currículum vítae y sus credenciales; y hasta tuvo cada
uno su portada para la
gran ceremonia. Pero, al final, pensé que lo mejor
sería enterrarla en el futuro
“Rincón de los Poetas”, como siembra y cosecha…
como silencio y olvido…
como “polvo enamorado”.
La tierra es la patria, la cuna y la sepultura. Es la
fertilidad, el origen y el
alimento. Es el abrazo, la lágrima, el estiércol. Y
estos poemas querían ser
todo eso. Así salió “Versos de tierra”.
El autor.
 

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