Poema tuyo

24-10-07.
(Antología-puzzle de tus escritos).
 
Negra de lo mágico, la piedra dura,
la llama se acercó hasta quemarme
y entonces se hizo grito helado,
zapateo angustiado de la muerte;
 
pero en la tierra, Tú, matriz de los instintos,
verde sensación que fluye en el recuerdo amarillo.
 

Sonríe. Aplasta tus demonios
y dame ahora la fruta roja y fresca,
que nos sabemos cerca cuando tiemblan los sentidos;
 
porque bebiste amor en mis praderas blancas
tú estás en mi mar, donde nadie te sabe.
 
Las cerillas que me das están ardiendo
en la región del clavel que ahora es nuestro,
y nunca olvides que la paz busca un sitio en nuestra casa,
porque eres infinito en mi cabaña,
mientras el fuego sube por los peldaños de mármol blanco.
 
El reloj se había ido
porque se fue contigo y me quedé sin tiempo;
entonces apagué mi sed en mi propio vaso.
 
—¡Qué duro es tener que bastarse a uno mismo!
—¿Es que no oíste aquel espantoso ruido?
—¡Cómo vivir sin ti! ¡Es tan bello quererte!
 
Y los delfines saltaban por las nubes llorando sal,
y un laberinto de calles y gigantes de ladrillos se me cae encima
atrapando palabras del teléfono.
 
Son los días en que andamos iluminando palabras,
porque ese beso siempre ha estado allí y ha sido nuestro,
«y porque hay una sola saliva y un solo olor a fruta madura»,
mientras nos llueve en Hyde-Park,
contando patos o comprando pañales para Laura,
oliendo a fruta, o mirando al mar por la ventana,
o tirándonos platos, o cantando… o viviendo.
 
Sabes que estoy contigo, haciéndote cosquillas en la piel
con aquella canción que canta en el fondo oscuro del mar la caracola.
 
Y como una pluma, suavemente, venía tu recuerdo,
el del rostro limpio acurrucado sobre el agua dormida.
Y sólo tú mirabas al borde de la cama.
 
Volar, volar… Necesito volar.

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