Entrevista a Samuel

24-04-2007.
Hago una entrevista más (mi especialidad últimamente) tratando de imitar al inimitable Tico Medina, porque prefiero los temas serios y documentados, preguntas inteligentes y respuestas profundas, como las que aquí muestro. Es conversación de iguales.
P: ¿Cómo estás, Samuel?
R: Recuperado de la feliz experiencia, primera y única, del nacimiento.

P: ¿Es verdad que, al igual que cuando se abandona este mundo, se ve un túnel y una luz?
R: Cuando salimos de este mundo no sé, pero, te aseguro que al entrar en él, más que ver el túnel lo sientes, por su estrechamiento y angostura. En cuanto a la luz, sí pude ver una potente luz; claro que, según me explicaron, era el potente foco del paritorio.
P: Quiero preguntarte por qué decidiste venir.
R: La decisión no es propia. Digamos que te invitan y ayudan a salir.
P: Descríbenos, por favor y para que nos enteremos de una puñetera vez, ¿cómo entraste en la “gruta” materna?
R: ¿Sabes tú cómo se mete un gran barco por el angosto cuello de una botella?
R: No.
(Si creo confusión con las P y con las R es que no seguís la entrevista o es que soy muy mal entrevistador).
R: Saberlo hoy es normal. En tus tiempos la gente se enteraba cuando ya tenía tres hijos.
P: ¿Puedes precisar para aquellos/as aspirantes imberbes?
R: Pues sí. Una cigüeña coge con su largo pico una semillita en París, viene volando a Madrid (un “poner”) y recoge otra semillita y las junta. Las guarda en un continente y las mantiene a baja temperatura.
P: Te pregunto en serio.
R: La semilla también se puede mantener latente hasta que la pareja (hombre-mujer, principalmente) decide implantarla en una “casa de alquiler”, para luego…
P: Insisto.
R: Otra posibilidad es que una mujer quiera ser madre y va a un banco… pero, ¿te suena lo de “in vitro, in semina asistida, in corpore sano…”?
P: Perdona, pero las relaciones sexuales…
R: ¡Ah claro!, también.
P: En tu caso…
R: No he tenido tiempo para mantener una conversación seria al respecto con mis progenitores.
P: Por cierto, ¿cuándo naciste?
R: El pasado día 24 de marzo.
P: O sea, que eres un neonato.
R: Y tú un premuerto.
P: Espera que ponga música. Una cuestión que me preocupa y mucho. Piensa bien. ¿Tú eras “tú” desde que la cigüeña juntó las dos semillitas o empezaste a ser a los tres, seis o nueve meses?
R: ¿Me vas a evaluar por el tamaño?
P: Perdón. Cambiemos de tema y yo hago las preguntas. (“Jó” con el niño). Vamos a ver ¿sabes a qué vienes?
R: A vivir, es decir, a vivir y a morir.
P: Pues vaya…
R: Pero entremedias puedo crecer (bien o mal), hacer felices o no a mis padres y a otras personas; puedo aprender a colaborar y ayudar, gozar, reír, llorar, cantar, jugar, sufrir, trabajar…
P: ¿Sabes que el trabajo es una maldición divina?
R: Según cómo se lo tome cada cual; pero que no falte.
P: Hablando de divinidades: ¿hay Dios en donde estabas?
R: En mi madre estaba Dios.
P: ¿Y en este mundo?
R: Mira bien a tu alrededor.
P: ¿Veremos a Dios cuando nos vayamos de este mundo?
R: Pregúntamelo cuando estemos allí.
P: (¡Vaya con el nene!) Por cierto, ¿cómo sabes hablar ya?
R: Mi abuelo es maestro.
Hoy, a un mes de tu nacimiento, felicidades a tus padres, abuelos y demás familia. Gracias, Samuel, por tus respuestas.
Hasta siempre.

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