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A vista de pájaro

Hubo mucho de improvisación… Improvisación y sorpresa. Tanto, que hasta el tiempo, siendo otoño, fue como un estallido primaveral… Espléndidos florecieron el reconocimiento y los abrazos, perfumados de amistad fresca y antañona.
A nadie dolió la improvisación… Tuvo su encanto. El encanto de la expectación. Era el primer encuentro. Todos se preguntaban ¿qué nos habrán preparado? A ver cómo sale esto…
La disposición incondicional de todos fue la urdimbre sobre la que se bordó toda la jornada. Fructífera y regocijante.

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No sé si estoy en Úbeda o estoy en el cielo

Primera Asamblea de Antiguos Alumnos de Magisterio
Septiembre de 2002
 
No sé si estoy en Úbeda o estoy en el cielo. Se me origina esta duda en esa porción de auditorio que no sé, ciertamente, si son ángeles en forma de damas… o son damas hermosas como los ángeles.

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Los árboles

“Arbor honoretur cuius nos umbra tuetur”.
Los árboles I
Cerca de mi casa, y pegada al arroyo de mis correrías infantiles, había una chopera. Breve y estrecha. Suficiente para acoger entre sus hojas pájaros y cigarras. Eran chopos canadienses, de tronco liso y erguido. En ellos aprendí a trepar hasta que su fronda me ocultaba por completo. Con cinco o seis años allí descubrí mi primer nido. Era de colorines. Fue como un sello de ternura troquelado sobre mi sensibilidad infantil.
A doscientos o trescientos pasos, tras una cerca, había otros árboles mucho más altos y frondosos. Cuando, uno o dos años adelante, me atreví a saltar el cercado, vi que también eran chopos. De hoja más pequeña y de un verde más oscuro. Imposibles de escalar. Su tronco, rugoso y cortezudo, estaba arropado desde la base por ramas fuertes y tupidas. Eran chopos castellanos.

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Diluyéndose en tristeza

Antonio, limpiando el “camarote” por desahucio, encuentro estos versos… que ciertamente no son crascitar de cuervo. Se los entrego a Berzosa para que, previa autorización tuya, y con una adecuada presentación, los eche al viento en la página web… ¡Qué pluma de mi cantera se perdió…!
Saludos.
Jesús M.ª Burgos.

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Úbeda de mis amores, y 2

 

24-03-04.

 

Mayo no era pródigo con Úbeda en flores ni praderías. Olivares, cereal y rudos barbechos. Pero en algo era regocijante. ¡Qué alivio! En mayo maduraban los habares… Cada jueves, realizábamos el paseo por un pago distinto para que el esquilmo fuese mejor prorrateado. El hortelano de las Escuelas se quejaba de… “los niños de don Jesús”.

 

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Úbeda de mis amores, 1

 

28-02-04.

 

[…] Esa Semana Santa, con apuros de conciencia, me dejé arrastrar alguna tarde al cine. Y devoto y audaz paseé a una niña, ocho años menos que yo… Muy bien vestía… Educada y tierna. Pisaba como los ángeles. Era mi tipo. Rubia, serena y esbelta. Exhalaba juventud y fragancias como si cada mañana se bañase en rocío de flor. Además. yo, a solas, la había descubierto y abordado. Con miradas fijas, duras, por el “tontódromo”, le hacía cambiar el paso, encenderse y bajar los ojos…

 

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