En este domingo primaveral, en el que las nubes juegan al ajedrez con el sol ganándole la partida, me levanto sumamente ilusionado, pues voy a asistir a la segunda visita guiada, que tan amable y gratuitamente nos ofrece el Museo Arqueológico, en su programa Conociendo Úbeda 2016, y que tiene un título muy sugerente: “Cuando era más joven: Joaquín Sabina”. Tenía ganas de realizarla pues, en la pasada temporada, concretamente el 25 de mayo de 2015, también se llevó a cabo con el título “Tras las huellas de Sabina”, y no pude asistir. Además, la dirige mi antiguo compañero Juan José Gordillo García, preclaro componente del “Colectivo Peor para el Sol”, buscando que se conozca la música y el bien hacer de Joaquín Ramón Martínez Sabina, nacido en Úbeda (Jaén), el 12 de febrero de 1949, y conocido artísticamente como Joaquín Sabina, cantautor, poeta y pintor, que es una de las figuras más destacadas de la música contemporánea.
Son poco más de las once, tras unos minutos de cortés espera, cuando los asistentes estamos concentrados en el porticado patio de la Casa Mudéjar y nuestro guía da unas leves pinceladas de cómo y por qué se va a desarrollar la visita. Comenta que le ha puesto un título diferente al de la pasada edición por reflejar la vida de Joaquín Sabina lo más fielmente posible y que piensa hacer cinco paradas o estaciones, aunque en realidad serán seis, que reflejarán su infancia y adolescencia en Úbeda y su vuelta a su ciudad natal tras sus estudios en Granada, su escapada a Londres y su asentamiento en Madrid.
Por eso nos dirigimos a su casa natal, en el antiguo Paseo del Mercado, que ahora se llama plaza Primero de Mayo, para hacer la primera y ansiada penitencia cultural. Nos comenta que después la compraron los Cuencas y luego la vendieron. Sabina quiso adquirirla, pero pedían demasiado y no pudo ser. Allí nos explica que es el artista Alfonso Cobo (dueño de la “Taberna Melancolía” de la calle Real) quien ha elaborado la placa, que luce en la fachada, con Joaquín Sabina y su afamado bombín. Y nos cuenta muchas cosas más: las casas de esta plaza son pequeñas y todas cortadas por la misma tijera, su abuelo Ramón, con el que estaba muy unido, y que tenía, en la parte trasera, la carpintería; que entonces no existía el monumento a san Juan de la Cruz y cuándo vino, para inaugurarlo, el obispo de Jaén, Félix Romero Mengíbar; los dos centros educativos de su época, las Carmelitas y los Salesianos en los que estudió, han sido transformados: el primero, en un hotel de cinco estrellas y el segundo, habiendo reducido su tamaño y siendo reubicado; los juegos infantiles de Joaquín con las espadas de madera que le hacía su querido abuelo; y que con catorce años comenzó a escribir poemas y a componer música en una banda formada con sus amigos llamada Merry Youngs, que se dedicaban, sobre todo, a versionar a cantantes de rock como Elvis Presley, Chuck Berry o Little Richard, para luego irse a Granada a estudiar Filología Románica y establecer interesantes relaciones con nuevos poetas del movimiento antifranquista…
En su etapa de Londres, cuando estaba fichado por la policía, su padre recibe la orden de prenderlo, mientras Zugasti le presta su pasaporte en París y se va a Londres, llegando a la Club Antonio Machado de la capital londinense. Allí hace su carrera musical e interpreta a muchos cantantes, pues tiene una bagaje musical extraordinario, ya que toca y canta todo tipo de música: anglosajona, de tuna, sudamericana, etc.; y, además, posee un equipaje literario muy importante. Actualmente, ha publicado nueve libros con recopilaciones de letras de canciones o poemas.
Joaquín ha publicado diecisiete discos de estudio, cinco en directo y tres recopilatorios y ha colaborado con distintos artistas cantando dúos y realizando otras colaboraciones; y es que tiene un gen poético, influencia directa de su padre, que también tenía facilidad para escribir, complementado con el sarcasmo, la ironía y la mordacidad que caracteriza su obra poética.
Y Gordillo recuerda de su tío, Jerónimo Martínez Gallego, inspector de policía (padre de Sabina), que a las cuatro y media de la mañana, después de venir de juerga, se ponía a escribir en su olivetti. Una vez jubilado, pidió seguir usando el despacho de la comisaría y, aunque en un principio se lo concedieron, luego se lo denegaron porque era un lío; por eso escribía a esas horas de la madrugada.