Por Mariano Valcárcel González.
Son setenta y cinco años de la instalación de la Safa en Úbeda.
Que los inicios de esta andadura fueron difíciles es innegable. Ni los tiempos estaban para tirar cohetes tras la devastación habida, devastación que tanto lo era económica como moral. El hambre campaba por los pueblos, aldeas y ciudades españolas y, en especial, las tierras castigadas de Andalucía, que prácticamente no había levantado cabeza casi nunca y que, en aquellas décadas, no la podía levantar, siendo como habían sido rojas (y buen castigo y escarmiento recibieron durante mucho tiempo). A la miseria material se le añadía la miseria moral, no solo porque había que volver a evangelizar a esos rojos, sino porque, y para que no se dudase, la mano férrea del vencedor pesaba mucho sobre el cuello del vencido.