Por Mariano Valcárcel González.
Caminaba a trompicones, despacio, renqueante, como midiendo cada paso que daba ante el temor, fundado para ella, de caer en cualquier momento. Fatalidad. El piso de las callejas no era precisamente el más adecuado para sus desplazamientos diarios, pero… ¿quién le impediría el que lo hiciese?
—¡Ay, esta artrosis me está matando!, y las varices y la tensión y la vejez sin más.