Mujeres en la historia de Úbeda – 3

Nos habla de Isabel de Dávalos, que era una niña de Úbeda que la pusieron a servir con Dª Urraca de Osorio como dama de compañía. Al mandar Pedro I quemarla en la hoguera, aquella, al verle las piernas a su ama, se echó sobre ella y ambas murieron calcinadas. Gracias a la muerte de esta paisana, los ubetenses se pusieron de parte de Enrique II.

Desde aquí también se ve la Casa de las Torres y aprovecha nuestro guía para contarnos la famosa leyenda de la Emparedada: Ana de Orozco (que era irresistible y coqueta) se casa con Rodrigo Dávalos (que era mucho más viejo y celoso que ella, pues le llevaba muchos años). Tan celoso se volvió que la fue aislando paulatinamente con criadas y gente ajena a su familia; y una noche, vistiéndola de monja, la emparedó. Como no se encontró el cadáver, tuvo que ser nuestro Príncipe de las Letras, Antonio Muñoz Molina, quien la rescatara en su novela “El jinete polaco”, convirtiéndola en leyenda, aunque su real descubrimiento lo hiciesen unos albañiles en una obra, en tiempos de la dictadura de Franco, y no mediante una bomba que estalló en la guerra civil española, como nuestro novelista relata; aunque la historia sí que es verídica…

Alguien de los concurrentes añade que el tal Dávalos fue desterrado a América encubiertamente por el rey para que en el Nuevo Mundo, obligatoriamente, fuese monje de por vida, debiendo tomar los hábitos ya antes de partir a las Américas, con el fin de poder librarse de la culpa del gran pecado cometido: matar a su esposa, enterrándola viva. Futuras investigaciones esclarecerán estos hechos…

La siguiente parada es en el final del Arroyo de Santa María (o como se le conoce vulgarmente: Prior Monteagudo), donde comienza Lizana preguntando a los asistentes el significado de meretriz (mujer de la vida). La mayoría lo sabemos… Es una excusa para empezar a hablarnos de las mujeres de la vida; aunque dice no haber nombres propios en este tema, siempre los hubo y los habrá, pero es mejor silenciarlos porque no parece políticamente correcto desvelarlos. Explica que había dos clases de mujeres públicas: las que vivían en casas de lenocinio y las que se podían procurar la vida por su cuenta. Entonces, como ahora, había proxenetas de cama y casa para esclavizarlas. El propio ayuntamiento tenía una casa de prostitución en 1462 (en la plaza Primero de Mayo), pero como no era apropiado que a la hora del mercado se ofreciese ese espectáculo, echaron a las coimas a las proximidades de las tenerías, cerca de las cloacas o aguas residuales que bajaban por entonces por la calle Prior Monteagudo, como si fuera la calle Montera o la Casa de Campo de Madrid…

Las más exitosas mostrábanse cortesanas y podían dejar el oficio, siendo el día establecido el 22 de julio, día de santa Magdalena. Ese día, la prostituta iba a la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares y, en el sermón de los novísimos, hablaba a Jesús o a Mª Magdalena, diciendo públicamente: «Me arrepiento»; y dejaba el oficio, por lo que la iglesia la mantenía, por su humillación, en el emparedamiento, y no salía a la calle hasta que no la sacaran con los pies por delante, pues entonces se convertían en monjas de clausura, o casi. Siempre había tutores puteros que les ponían todas las trabajas y obstáculos posibles a estas desgraciadas para que no asistieran a esa misa. Entre el público, alguien comenta nombres propios de estas pobres descarriadas.

Ahora subimos por la Cuesta de Carvajal para llegar a la plaza del mismo nombre, siempre preguntando Lizana (graciosamente) a los escobas si el grupo está completo. Ahora se dan nombres femeninos con vinculación al descubrimiento de América, pues si al principio eran los varones los protagonistas de estas gestas, bastantes mujeres marcharon con sus maridos o llegaron después, pues se sabía de su castidad y virtudes, con el fin de que no fuesen buscando a las indias desesperadamente…

Dª Beatriz de la Cueva, casada con Pedro Alvarado, conquistador de Guatemala, fue una de ellas. Al escribirle su esposo, coge a otras damas y se embarcan rumbo a América con el fin de satisfacer a los hombres castellanos en su demanda marital, estando dispuestas a volver a casarse (hasta dos y/o tres veces), si enviudaban, aunque tuviesen sesenta o setenta años, puesto que eran muy cotizadas allí. Por eso, cuando murió Pedro Alvarado, el rey le dio a su hermano el mando, pero la gente no lo consistió y nombraron a Dª Beatriz de la Cueva gobernadora de Guatemala. Así que esta señora fue la primera gobernadora de Guatemala, aunque solamente por un día, puesto que un inoportuno terremoto anegó su casa y la encontraron muerta.

Lizana recuerda a los marqueses de Jódar o Carvajales y a Dª María de Carvajal, que fue una mujer poderosa y vanidosa que se casó cuatro veces, siendo muy cotizada por aquellas tierras. Era esposa de Jorge Robledo, descubridor de Antioquía y el Cauco de Colombia; incluso se casó nuevamente con un tesorero real. Cuentan que era bella, muy creída y siempre miraba con desprecio a los demás; por eso le llamaban “la señora mariscal”.

Hay que tener en cuenta que si Úbeda consiguió ser Patrimonio de la Humanidad en el 2003 (título privilegiado que solamente gozan 15 lugares de España, incluidas Úbeda y Baeza) se le debe a estas mujeres que exportaron el renacimiento español a América, copiando las construcciones de Úbeda o España al otro lado del Atlántico.

Es lógico que estas féminas fueran casadas jóvenes, como le ocurrió a María de Mendoza. Si eran espabiladas, tenían que buscar buenos contactos para que, cuando enviudasen su vida, fuese más fácil y no tediosa, pues todo el mundo quería aprovecharse de la viuda; hasta hoy en día persiste ese modo de actuar.

A continuación, marchamos un tramo por la calle donde se encontraban las antiguas casas de lenocinio hasta llegar a la penúltima parada, ante el actual juzgado de Úbeda, un dechado de mala arquitectura, bien a la vista está, sin que nadie haga nada por remediarlo; también se le llama Cárcel del Obispo o Emparedamiento de los Abades.

Sus habitantes femeninos eran de dos tipos: las pobres, que no querrían estar; y, sobre todo, las viudas. Muchas eran mujeres pecadoras, prostitutas… que provenían del Arroyo de Santa María, y estaban obligadas al confinamiento entre cuatro paredes y no salían de allí de por vida; incluso había maridos que se iban a la guerra y las colocaban allí y, si no volvían, allí se quedaban para siempre; y si volvían, no todos las sacaban; por eso le llamaban Cárcel del Obispo (del siglo XV). Las viudas, si no entraban aquí, estaban expuestas a los abusos de todo tipo, incluido el de perder su hacienda y bienes. Así nos lo refiere la Leyenda del Cristo de los Cuatro Clavos, cuando el cuñado de la viuda le roba las escrituras de la casa, escondiéndolas tras el Cristo que es quien luego milagrosamente lo delata.

Dª Mª de Mendoza y Sarmiento tenía 15 años cuando se casó con Francisco de los Cobos, que tenía 50. Ella no podía negarse a ese casamiento, pues había sido educada para hacerlo así, al igual que todas las de su generación, habiendo sido preparadas para ello. Si eran inteligentes, tenían que saber relacionarse con gente influyente, como grandes señores o señoras para que luego pudieran ayudarle en su viudez. María de Mendoza era íntima de la Duquesa de Alba, pues era contemporánea suya, y por ella conoció a Santa Teresa de Jesús. Para luego poder prosperar de viuda, debían casarse pronto o eran metidas en estas celdas de emparedamiento, muertas en vida; por eso, se les tildaba de viudas alegres, pues no querían ser enterradas vivas en estos lugares de emparedamiento.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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