Plan «p’adelante»

19-04-2004.
Sale el balance de la campaña de adhesiones al plan de calidad de la enseñanza en Andalucía. Se estipula que el treinta y cinco por ciento de la totalidad de centros, entre Primaria y Secundaria, ha optado por adherirse al mismo. Confieso que estimaba que habría sido más bajo: un veinte por ciento. Por lo tanto, la cosa no les ha salido del todo mal a nuestras/os administradoras/es políticas/os y a sus técnicas/os (ni a los sindicatos que los secundaron). Yo voté a favor; pero en mi centro no lo hicieron los requeridos para aceptar el plan: así que no entro en el mismo.
 

Pero no me escondo: yo me manifesté muy crítico con la forma y el fondo de tal medida propuesta. Y, si aceptaba entrar en ese juego, lo era por motivos económicos.
Mi posición personal, frente a lo que hasta ahora he venido haciendo en mi puesto de enseñanza, está clara: tengo mi conciencia muy tranquila, tanto en mi esfuerzo para que se alcancen los objetivos previstos (y sobrepasarlos si se puede), en los métodos empleados para lograrlos, como en la tramitación y confección de los elementos burocráticos que se me requieren. Hasta ahí, todo lo que he venido haciendo lo creo correcto y no me he salido ni un ápice de lo que se define como dentro de la norma.
Por lo tanto, ya decía que, si por ello me caían en los bolsillos unos miserables euros, bien.
Yo no temí ni temo que se me inspeccione, que se me evalúe, que se me requieran los materiales usados en mi trabajo. ¿Por qué…? Ya se nos está requiriendo todo lo requerible: por ejemplo, para las ausencias; cosa que me gustaría se les exigiese a otros grupos de funcionarios (en especial a los mismos que ocupan oficinas de la administración educativa). Ya se les ha dado toda la potestad posible a las/los directoras/es para que usen de sus criterios sobre sus subordinadas/os (y para ello se les incentiva convenientemente). Ya estamos informatizadas/os de tal forma que, cualquier alteración de lo rutinario queda registrada y a expensas de ser revisada o inspeccionada. En principio, todo está controlado… Claro que me río yo de ese supuesto control, porque me gustaría saber lo efectivo que es en cierto tipo de centros y si la presión se ejerce de veras hacia todos los sectores y no al que en principio no tiene escapatoria (Infantil y Primaria).
Con sinceridad, creo que parte de la oposición a este plan se ha dado porque hay quienes no desean que los controlen, sean por las causas que sean.
Pero, otra oposición fuerte ha surgido porque la forma de plantear el tema y de ponerlo en práctica ha sido manifiestamente burda y nefasta. Y, encima, se han ejercido presiones casi mafiosas para que se aceptase. La administración, con estas formas rancias y de otros tiempos, únicamente consiguió que se retirasen, sin siquiera analizarlo, muchos docentes. La cicatería administrativa, a la hora de abonar los incentivos, esos plazos y esas condiciones, tampoco era para procurar mucho entusiasmo.
Una cuestión de capital importancia ha sido, también, la aparente correlación de incentivos, profesorado, calidad… y solo en esa línea de relaciones; dando, por lo tanto, la sensación (por otro lado corroborada por las informaciones en prensa) de que la calidad de la enseñanza dependía de la mejora, única y exclusivamente, de esos incentivos al profesorado. ¿Que no es así…?, pues se habrá de aceptar entonces que la información ha sido bastante mala por parte de las autoridades competentes; que las explicaciones prácticamente no han existido; y, lo que es peor, que no ha habido nada de ese aclamado consenso entre los agentes afectados porque, quienes dicen ser sus representantes, han representado a muy pocos. Cuando algo no funciona, o no ha funcionado correctamente (por las circunstancias que sean), hay que detenerse, recapacitar, hacer examen de conciencia ‑tan jesuítico‑ y luego apartar la paja y dejar el grano.
Si esto no se hace, mal vamos.
Y no se hace, le pese a quienes les pese. No, no se hace. Se persiste en el error y se van poniendo sólo parches donde se ve que ya es prioritario hacerlo, por necesidad. Yo comprendo que no se puede hacer una reforma educativa cada diez años, ni veinte; pero es que, si la que se hizo ya hace aguas, ustedes me dirán… Hay que replantear todo, queramos o no.
Los privilegios ahora son de los que quieren y obran sin control (léase, quienes no cumplen con sus horarios establecidos y se les consiente), de los que se inventan actividades y programas de actuación por los que reciben franquicias y facilidades, de los que se liberan sindicalmente para tener un trienio sabático… Y de los que están al loro de convocatorias, llamadas, huecos especiales que les permiten buscarse la vida mejor que los que día tras día y hora tras hora se andan metidos en faena. Esos son los privilegiados del sistema y, tal vez, a los que les interesa ese plan. Porque las/os otras/os salen ya tan hartos, que ni oír quieren de nada que se llame enseñanza o educación. Y no podemos criticar a éstas/os… Ni debemos, con aquello de que no se implican, no se comprometen. Pero vamos a ver y dejemos ya las cosas muy claras: esto es un trabajo como otro, por el cual se cobran unos estipendios; es un servicio público o privado que se ofrece a la sociedad y que hasta ahora genéricamente se ha demostrado como necesario (como lo puede ser el servicio de aguas, la sanidad u otros); esto es un trabajo en el que sus trabajadoras/es deben poner su empeño en que se desarrolle bien, salga bien, contando siempre con lo que se cuenta, que no son ladrillos precisamente. Cuando este trabajo se ejerce, en mejores o peores condiciones, se debe tener consideración con sus trabajadores (ahora no me da la gana de poner el “/as”) y valorarles su labor; pero también se debe llevar a efecto el control de los mismos, sus desidias, sus absentismos, sus truquillos para no ocupar el puesto que debieran y andarse de cafetines y presentaciones y convidadas varias alrededor de las insignes autoridades del ramo. No hay más, ir más allá en eso de la “vocación”, el sacrificio, la entrega, es irse a los seminarios o púlpitos, es hablar de religiosos, no de seglares. En este trabajo los seglares cobramos por nuestras obras y si no estamos muy allá en lo contentos trabajamos con mucha menos motivación.
Creo que se deberá hacer un ejercicio de humildad y no de prepotencia para que esta situación se reconduzca. No vale seguir adelante, vengan estos pocos, y ya caerán los demás por la fuerza de los hechos. Pero me temo que la reacción de las autoridades político‑administrativas va a ser ésa: seguir como sea sin dar el brazo a torcer. Pues por ahí no se logrará nada de lo pretendido.
 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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