Cuitado andaba aquel curso el inefable padre Navarrete porque, a su leal saber y entender, sus alumnos de Magisterio andaban cortos en las Ciencias Exactas y Físicas. Demasiadas Letras, que al fin y a la postre poco dinero dejaban a la menguada paga de sus maestros, obligados por necesidad a completarlas con clases particulares. (Esa fue, aunque parezca mentira, la razón ùltima que me argumentó personalmente como Delegado de Curso que era a la sazón. Al igual que la asistencia obligatoria al ensayo de canciones los domingos por la mañana, medida sin precedentes para los alumnos de 8.º porque, según él, nuestra ausencia ‑eramos sólo 16‑ se notaba en la masa de 350 alumnos).
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