Recuerdos de la SAFA – El deporte (II)

Recuerdos de la SAFA – El deporte (II)

Aunque no cabe duda de que el fútbol dominaba claramente la escena deportiva de las Escuelas pronto se abrieron ante nosotros otras opciones.

Equipo de baloncesto SAFA. Liga Provincial 1969, con su entrenador, D. Ángel Jesús Cachón.

Las retransmisiones televisivas de los partidos de baloncesto del Real Madrid (Emiliano, Sevillano, Brabender, Luyk) o del Juventud (Buscató, Margall, Alfonso Martínez) despertaron en nosotros la afición y cada vez más gente nos disputábamos las pistas existentes para improvisar partidos en los que parecía que nos jugábamos la Copa del Generalísimo. Tuvimos la suerte de que el Colegio había creado cuatro o cinco canchas (varias de tierra y dos de hormigón entre las naves del internado) y disponíamos de suficientes balones.

Además contábamos con el apoyo y la orientación de D. Ángel Jesús Cachón, profesor de FEN, que era entrenador de baloncesto y se hizo cargo del equipo titular del colegio, en el que entré ya en Magisterio. Tan en serio lo asumió que una tarde, harto de que nos tomásemos a cachondeo los entrenamientos y de que no aplicásemos los esquemas y tácticas que con tanto denuedo nos exigía, soltó un bufido: “¡Ya estoy harto!”, le dio una patada al balón que lo mandó al patio de la iglesia y se largó. No volvió. Desde entonces pasó a entrenarnos el Hermano Tito, que a falta de ciencia baloncestística (no tenía ni idea) ponía grandes dosis de interés, aunque nosotros nos aburríamos como ostras de tanto dar vueltas de calentamiento a la pista o hacer entradas a canasta una y otra vez.

Equipo SAFA de baloncesto. Liga Provincial 1970. El entrenador, ni está ni se le espera.

No faltó afición al balonmano, que se practicaba en una cancha terriza pequeña al lado de los porches de Oficialía en la que siempre había gente dispuesta a participar en los partidillos diarios de los recreos. En uno de ellos se me ocurrió ponerme de portero (de hecho era mi puesto en el equipo de fútbol del curso) y mi compañero Bonachera me descerrajó un balonazo a corta distancia contra el que no se me ocurrió cosa mejor que oponer mis manos abiertas, resultado de lo cual fue un esguince que me puso dos dedos del revés. En la enfermería me lo remediaron con una tablilla y una venda apretada. A los tres días, viendo que mis dedos parecían morcillas (por lo gordos y por lo negros) me llevaron al Hospital de Santiago. El doctor, tras escandalizarse de la chapuza, me dijo “a ver qué se puede hacer” y me los enderezó de golpe haciéndome ver las estrellas. A día de hoy aún tengo el meñique derecho alineado para atrás.

Equipo SAFA balonmano. Campeón provincial.

En la cabecera del estadio pusieron unos postes de balonvolea con su red (eso de voleybol ni sabíamos que existiera tal palabro)  y algunos animosos se juntaron para practicarlo, pero con poco éxito de público hasta que a alguien se le ocurrió instalarlos también en el patio hormigonado de abajo, ante la lavandería, lo que motivó una concurrencia inesperada, no sé muy bien por qué…

En dicho patio, estando ya en Magisterio, dos compañeros del último curso (Luis Carlos Rejón y Florencio Fox) instalaron una red de tenis y se pasaban las horas muertas dando raquetazos. Nos daban un poco de envidia porque todos habíamos seguido los éxitos de Santana pero ninguno podíamos permitirnos el lujo de comprarnos una raqueta.

Ensayo del desfile de la Olimpiada intercentros.

Con motivo de las “Olimpiadas” que se organizaron entre los colegios de jesuitas de Andalucía (la SAFA, Portaceli de Sevilla, San Estanislao de Kostka de Málaga y San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María) la jerarquía nos impulsó hacia las prácticas de atletismo. Lo de correr, vale, teníamos candidatos para todas las modalidades, pero lo novedoso fue lo de los lanzamientos y los saltos. En el primer caso se descartó por inviable el lanzamiendo de disco (rara vez salía un tiro derecho y no era descartable poner en peligro a los mirones porque rara vez la trayectoria de salida era hacia adelante) y tuvo poco éxito el peso (sólo hubo un chico de Maestría, de Ibros, que lograba lanzarlo más allá de los nueve o diez metros, lo que a algunos les pareció poco, pero que cuando lo intentabas y no pasabas de cinco o seis veías que eso tenía su dificultad). Hubo más concurrencia de candidatos en el lanzamiento de jabalina, que solo se practicaba fuera de las horas de recreo por el evidente riesgo de ensartar a un interno. De hecho, Juan, el elegido para representar a la SAFA se llevaría la medalla de oro, aunque hizo dos nulos porque en el ansia de llegar lo más lejos posible se pasaba dos palmos de la línea de lanzamiento.

En saltos, lo que más nos llamó la atención fue lo de la pértiga: esos zagales corriendo desatados manteniendo un palo de cuatro metros ante sí para clavarlo en el suelo y tratar de superar el larguero a fuerza de brazos, que en muchos casos conducía a llevarse el palo y el listón por delante. Y lo malo es que al otro lado no había colchonetas ni cosa parecida: les esperaba el foso de saltos, relleno de arena batida. Y si pasabas el listón… ¿qué hacías con la pértiga? Si no la soltabas correctamente tiraba el listón y salto nulo. Ahí entró la inventiva jesuita: colocar a un alumno en cada poste atento a coger la pértiga cuando el saltador pasase el listón. Son fácilmente imaginables las situaciones de puro chiste que disfrutábamos… La verdad es que esta disciplina atlética no tuvo mucho éxito entre nosotros.

El salto de altura se hacía de dos formas: haciendo la tijera, o sea, como siempre habíamos hecho los niños cuando queríamos saltar un obstáculo o el rodillo ventral. Esto nos lo enseñó D. Ángel Jesús Cachón aunque nos lo tuvo que explicar varias veces porque no entendíamos bien qué era eso. No era pequeño el problema de que con el primer sistema caías sobre tus pies y con el segundo, te dabas de bruces contra el suelo. Al final cogió a Lorente, el mejor saltador, grandote y espigado, y lo hizo saltar de las dos formas. Pronto se vió que era mucho mejor lo del rodillo, sobre todo cuando se agenció un par de colchonetas de borra, lo que quitó los miedos e impulsó las ganas del saltador.  La repera fue que al año siguiente, en las Olimpiadas de Méjico, un tal Fosbury batió el record mundial saltando de espaldas. Ahí tienes a Lorente practicando la nueva modalidad, dirigido por D. Ángel Jesús, y sorprendidéndonos a todos cuando ganó más de veinte centímetros en su marca.

Las carreras sí que concitaron interés, en todas las distancias. La de velocidad, los 100 metros lisos, se corría saliendo desde la posición de cuclillas sin tacos de salida ni nada. Te agachabas sin apoyar las manos en el suelo y esperabas el silbato del juez de pista. En la meta, tecnología punta: un hilo de lana blanco y dos pares de ojos para determinar al ganador. Por cierto, para pintar con cal las líneas de las calles diez o doce compañeros de tercero estuvieron casi tres días sin hacer otra cosa y, aún así, las curvas les salieron nada más que regular.

Recuerdo la carrera de 400 metros en que un chaval de SAFA de Riotinto, Gabriel Lozano, bajito y retaco, corrió la contracurva como una exhalación y le sacó casi veinte metros al segundo entre el delirio de la grada y los gritos del entrenador que le recordaba que no podía salirse de su calle, cuyo anárquico trazado se iba cerrando según se acercaba a la recta. En la de relevos, al último relevista de El Palo de Málaga se le cayó el testigo, pero siguió corriendo y entró primero. Claro, lo descalificaron.

Cuando terminamos las “Olimpiadas” y vimos que en el cuadro de premios éramos los primeros por delante de los colegios de niños ricos, nos sentimos plenos de felicidad, orgullosos de nosotros mismos y recompensados de tantos esfuerzos (no me olvido de que a nosotros, los de Oficialía, nos mandaron al dormitorio corrido para cederles nuestras camaretas a los invitados).

El lunes volvimos a la normalidad, a nuestras clases, misas y cenas párvulas, pero todos notábamos una medalla colgada en nuestro pecho.

Recuerdos de la SAFA – El deporte (I)

 

Autor: José Luis Rodríguez Sánchez

Presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de Magisterio de la SAFA de Úbeda (AAMSU)

5 opiniones en “Recuerdos de la SAFA – El deporte (II)”

  1. Yo estuve desde el 68 al 73 me encantaba el fútbol y el atletismo estuve seleccionado para ir a Málaga a correr los 100 metros no sé por qué no fui, la verdad que mi etapa en la SAFA fue muy confusa hoy no recuerdo bien sé que alguien me llevó al Úbeda CF a jugar a fútbol,ese año mi padres me llevaron a Valencia y aquí jugué en tercera división, el deporte me acompaña desde entonces, gracias por recordar estos años,que yo viví con mucha angustia y incertidumbre,muchas gracias.

  2. Hola José Luis, yo recuerdo que en esas olimpiadas participaba en 100 y 200 metros.
    En los 100 m. cuando llevaba sobre los 80 / 85 le sacaba por lo menos 3 al segundo, pero supongo que iba más rápido con la cabeza que con las piernas y me caí, y rodando casi llego a tiempo, ya no recuerdo y quedaría sobre el 5°.
    Gracias por esos recuerdos y un abrazo.

  3. Compañero José Luis: respecto al baloncesto, pregúntale a Ballesta. Fuimos campeones provinciales de no sé qué año. Y aparte de los futbolistas, uno de los hermanos Maeso, fue a Madrid, para competir en una carrera nacional de campo a través.

  4. Fuí alumno de la SAFA de Riotinto desde el curso 61-62 hasta el 64-65 y de la SAFA de Úbeda desde el 65-66 hasta el 68-69 en la rama de Delineantes.

    José Luis, en el párrafo «Recuerdo la carrera de 400 metros en que un chaval de SAFA de Riotinto, bajito y retaco, corrió la contracurva como una exhalación y le sacó casi veinte metros al segundo entre el delirio de la grada …»

    Para completar tu información, decirte que la persona a que haces referencia era Gabriel Lozano Medina.

    La magnífica carrera que realizó y la medalla de oro que consiguió, merece que los que lo vivimos en directo y sabemos quien fue mencionemos su nombre.
    Era amigo mío,era de Riotinto y desgraciadamente falleció hace años.

    Enhorabuena paisano José Luis porque fruto de tu memoria y tu labor de investigación haya visto la luz el libro Años de internado.Recuerdos de la SAFA.

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