(Edward Hopper, 1942)
Realismo roto, sin sentimiento,
y un bar discreto y perdido en la noche,
refugio de confidencia o reproche
que apenas mitigan el aislamiento.
Más que amargura, la melancolía
se empapa de jirones de tristeza
y desamparo, con la sutileza
de color, luz y sombra en armonía.
Hopper, psicólogo del alma humana,
con una mirada despreocupada,
nos filtra las imágenes congeladas,
de identificación americana,
que exprimen la soledad angustiada
en la opulenta sociedad urbana.