En donde los diputados, senadores y mandatarios se pusieron el sueldo mínimo mensual estipulado para el resto de los ciudadanos, con el fin de dar ejemplo de decencia y bien hacer.
Allí la gente era inteligente y creía a pies juntillas todo cuando estos servidores de la nación decían o hacían, pues habían sido elegidos de entre los más sabios y ejemplares de aquel añorado lugar.
Cualquier problema que se les presentase lo resolvían mediante fluido y abierto diálogo, y sin estar aferrados al sillón ni a ninguna ideología tóxica o maléfica. No tenían necesidad de retorcer argumentos ni inventar falsas noticias para que el pueblo llano los creyese. ¡Tenían una respetabilidad asombrosa!