Menos mal que me encuentro fuera del foco infernal de infección de la Covid-19 de mi antigua residencia de ancianos, en donde han vuelto a confinar a sus internos, en un acto más de cebamiento hacia los sufridos ancianos o viejos de nuestra generación. Esta segunda oleada de coronavirus en España me ha pillado en mi propia casa, haciéndome temblar nada más pensar que otra vez me tendrían confinada y sin salir de mi habitación, sin visitas familiares ni amigables de ningún tipo, en aras de las normas y protocolos inventados por los mandamases o jefecillos de turno que poco saben de lo que una mujer mayor siente y padece en estas situaciones límite.