El pescador de hojas

Esto era una vez un parvulito muy guapo y tierno cuya imaginación desbordante le llevaba por derroteros de ilusión y ensueño que nunca tenían fin…
Hacía muy buena miga con su abuelo materno y siempre estaba emprendiendo aventuras, cual don Quijote y Sancho, o imitando las sugerentes historias de los variados dibujos animados, que veía por la tele, para llenar sus múltiples días y horas de ocio, siempre entretenido; con esa inocencia y ductilidad que solamente las proporciona los cuatro años que Abel tiene, trayéndole felicidad y alegría a raudales, a la vez que colmando sus ansias de libertad y conquista, en este verano cálido sevillano en el que la pandemia vuelve a hacer sus estragos.

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