Andan -a media mañana- abuelo y nieto, buscando jugosas y tiernas aventuras infantiles, acompañados del otro nieto, más pequeño y súper simpático, que gusta de ir con ellos en todas las andanzas posibles. Van camino del Huerto del Rey Moro, en pleno centro neurálgico de esta Sevilla calurosa, que -en julio- se regodea más con su tórrida temperatura.
Buscan sombra, paz, sosiego y compañía en ese oasis que la ciudad hispalense y sus siempre loables luchadores ecológicos han permito conservar milagrosamente.