Por Mariano Valcárcel González.
Visitando recientemente la capital provincial, comprobé algún que otro “capricho” urbano y cultural realizados o iniciados en la misma y que merecen cierta crítica y reflexión.
Pero vayamos antes a justificar los posteriores argumentos a ese respecto, con la reiteración de ciertas reflexiones pertinentes y el uso de casuísticas a modo de novelas no ejemplares.
Empiezo por afirmar -mejor reafirmar- que nunca puede existir el dictador sin colaboradores que le ayuden, alimenten, adulen y sirvan. No; no es posible que una persona sola y dejada a sus únicas iniciativas y fuerzas logre llevar a un amplio colectivo, léase a toda una nación, a ciertas metas, sean estas positivas o negativas (y casi siempre son negativas).