La Biblia (I)
Para empezar, no estaría de más echar un ojo al libro más traducido y difundido del mundo…, la Biblia. Sí, todo el mundo sabe que no es un libro de historia, incluso que es un libro ahistórico, formado por múltiples textos recogidos y ordenados con criterios discutibles, muchos de ellos mediante transmisión oral. Y todos sabemos que no hay constancia histórica de muchísimos hechos en él reflejados. Para más inri (sic), ni siquiera hay rastro documental indubitado de la existencia del su más importante protagonista, el mismo Jesús, en los años finales del gobierno del emperador Tiberio. Pero, lógicamente, no vamos a entrar en debates teológicos, territorio resbaladizo donde los haya…
Sólo unas pinceladas, con algo de sorna y un claro componente didáctico…
No es el único libro que miente sobre la creación del mundo, pero es que además plagia: lo del Diluvio como castigo a los seres humanos ya aparece en el Libro de Gilgamesh, epopeya sumeria del 2500 a.C. El dios Enlil decide destruir a los hombres. La diosa Ea advierte a Uta-na-pistim para que construya un barco, que deberá llenarse de animales y semillas. Llega el día del diluvio y toda la humanidad, excepto Uta-na-pistim y sus acompañantes, perece. Al darse cuenta de que las aguas bajan, suelta un ave. Al volver ésta, hace una ofrenda a los dioses y éstos quedan satisfechos por el sacrificio.
Relato similar se encuentra en tablillas sumerias encontradas en Ur: los dioses deciden aniquilar a la humanidad, pero el dios Enki se apiada y ordena al rey Ziusudra que construya un arca donde embarcará su familia, una pareja de todos los animales y todas las plantas. ¿Os suena?
Existen pruebas arqueológicas de que hacia el año 3000 a.C. se produjeron varias inundaciones en Mesopotamia. Al desbordarse, al mismo tiempo, el Tigris y el Éufrates, se produjo una enorme inundación, cubriendo las tierras bajas del delta, suficiente para que sus habitantes interpretaran que toda la tierra había sido anegada bajo las aguas.
Por cierto, en Gen. 8:19-20 dice «Salieron del arca Noé, sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos, y todos los animales… Entonces edificó Noé un altar a Dios, y tomó uno de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar». Entonces, ¿para qué los salvó del diluvio?
Tampoco es éste el único plagio: lo de Moisés abandonado en las aguas del Nilo está tomado de la leyenda del rey Sargón de Akkad, unos 2400 años a.C. «Yo soy Sargón, el poderoso, rey de Akkad. Mi madre era de baja ascendencia, a mi padre no lo conocí (…) Mi ciudad es Azupiranu, que está situada a orillas del Purattu (Éufrates), mi madre me concibió, en secreto me tuvo. Me colocó en una cesta de juncos, y la embetunó, me lanzó sobre las aguas, las cuales no me hundieron…».
Sigamos con Moisés, que da mucho juego. Se le atribuye haber escrito el Pentateuco (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento). Un problema: cuando se escribieron estos libros, Moisés llevaba 600 años muerto.
Otra cosilla de Moisés: se le atribuye lo del “ojo por ojo, diente por diente”. Otra vez es un plagio, concretamente del Código de Hammurabi, rey de Babilonia, unos 1800 años a.C: «Si un hombre ha reventado el ojo de un hombre libre, se le reventará un ojo». «Si revienta el ojo de un muskenu…, pagará una mina de plata». «Si ha reventado el ojo de un esclavo, pagará la mitad de su precio».
Para terminar con Moisés, en el Deuteronomio 34:1-8 se dice: «Moisés subió de las Estepas de Moab al monte Nebo… Dios le dijo: esta es la tierra que prometí a Abraham, Isaac y Jacob… A tu descendencia se la daré; te dejo verla con tus ojos, pero no pasarás a ella. Allí murió Moisés… Dios le enterró en el Valle… Nadie hasta hoy ha conocido su tumba… Los israelitas lloraron a Moisés treinta días». La autoría de este libro se atribuye a Moisés, por lo que es curioso que esté escribiendo sobre su propia muerte y su funeral.