Santa Catalina de Sevilla

Por Fernando Sánchez Resa.

Esta noche he visto, por primera vez, la puerta abierta de la parroquia de Santa Catalina cuando iba a asistir al Concierto de la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, con motivo de su reapertura, que se produjo el pasado domingo, 25 de noviembre, tras más de 14 años cerrada, habiéndose creado un programa de actos para la octava de su festividad, entre el que se encontraba el mencionado concierto.

Eran poco más de las nueve de la noche, cuando comprobé que había bastantes músicos en su puerta y mucha gente en su interior, pues se estaba celebrando la Santa Misa, a la que pude asistir, tardíamente y de pie, ya que no había ningún hueco en sus flamantes bancos. Aunque esperé en vano que se produjesen vacantes al término de la celebración eucarística, la gente no se movió de su sitio porque tampoco quería perderse el irrepetible espectáculo musical que se iba a producir, mientras los músicos acondicionaban la parte delantera del altar mayor para colocar sus sillas y bártulos. Finalmente tuve la suerte de sentarme en uno de los bancos centrales, próximos al altar, que colocaron en los laterales. Me esperaba una dilatada hora de asueto y regocijo espiritual, aspirando palabras y notas musicales que me producirían un efecto balsámico y reparador.

Aunque el concierto estaba anunciado, en el programa de mano, a las 21:15 h, no se produjo hasta algo más tarde, cuando acabó la misa Francisco José Blanc Castán, párroco de procedencia aragonesa, que agasajó a su compañero de estudios del seminario y teología sevillano, Manuel Cotrino Bautista, que había estado presidiendo la celebración religiosa, haciéndole entrega de un diploma y un escudo con símbolos de la parroquia San Román-Santa Catalina, con sus logotipos y santos respectivos.

Quedé francamente admirado con la restauración efectuada a la iglesia, en donde han llegado a encontrar elementos atribuibles al siglo X y el impactante arco de herradura de la puerta a los pies del templo, donde hay colocado un pavimento de vidrio traslúcido que da cierto reparo pisar y que permite observar su dimensión completa, puesto que la cota original se encuentra ochenta centímetros más abajo.

Como no tenía la suerte de conocer este templo cristiano, pues desde que vivo en Sevilla andaba en obras, me sorprendieron sus tres naves oliendo a nuevas por la restauración efectuada sobre ellas, más que su portada exterior, muy similar a otras iglesias gótico-mudéjares del centro sevillano.

Las entrañables y agradecidas palabras del párroco de este templo, que habló al finalizar la misa y el concierto, sirvieron para completar la semblanza de Santa Catalina de Alejandría, que era una joven princesa del siglo IV que se negó a dar culto a los ídolos paganos, desobedeciendo así al emperador Maximino y confesándose seguidora de Cristo. Al no poderla convencer, pide a cincuenta filósofos que revoquen sus argumentos, pero que acaban convirtiéndose todos al cristianismo, por lo que son quemados por orden del emperador. Como ella no se plegó a sus propuestas indecentes, le castiga a la flagelación y las ruedas dentadas, que se rompen milagrosamente antes de herirla. Por eso la decapitan y sepultan en el Monte Sinaí.

Después, Francisco Javier Gutiérrez Juan, director de la banda, comenta detalles del autor y compositor del programa musical que escuchar, uno de los compositores más influyentes de la música procesional del pasado siglo: Emilio Cebrián, creyente y músico, en su LXXV aniversario de su muerte, que se produjo por un desgraciado accidente, a sus 43 años, en Liria (Valencia), tras caer de un balcón que no tenía barandilla, pues estaba mal de la vista.

Durante más de sesenta cortos minutos, la renombrada Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, una de las más antiguas de nuestro país, que fuera fundada sobre 1850, con su expresivo director al frente, supieron abducirnos, metiéndonos de lleno en un ambiente melancólico, evocador y cofradiero, gracias al magnífico e interesante programa que estrenaron, divido en dos partes: I. Santa Catalina y la cultura andaluza y II. Santa Catalina, fe y espiritualidad andaluza. Ambas se ejecutaron de manera continuada, solamente interrumpidas por el director, en algunos momentos, para explicar y evocar ciertos detalles y animar a la gente que asistía embobada para sugerirle que, si su banda ponía la música, el público recrease las imágenes en su imaginación para revivir el ambiente de la España católica, rural y de sus tradiciones que tanto amaba Emilio Cebrián.

Con el pasodoble-marcha Evocación comenzó el concierto. Siguió un poema sinfónico en cuatro movimientos: Acuarelas Campesinas (Crepúsculo, Romería, Las vendimiadoras y Boda en la aldea y final) y Una noche en Granada con tres movimientos: (Meditación en la Alhambra, Mujer Granaína y Fiesta Gitana en el Sacro Monte) que mostraron el lirismo de su autor, pareciéndome cercano a alguna obra de Manuel de Falla.

La segunda parte fue un dechado de fe y espiritualidad andaluza, interpretando cuatro marchas procesionales que hicieron vibrar sentimientos, recuerdos y emociones, almacenados en la memoria individual y colectiva del público, representando musicalmente la Semana Santa que aquí, en Sevilla, es permanente durante todo el año.

Con Cristo de la Sangre (dedicado al Cristo de la Sangre de Torrijos, Toledo), Nuestro Padre Jesús (conocido por “El Abuelo” de Jaén), Jesús Preso (dedicada a la Hermandad de la Vera Cruz, también de mi tierra del Santo Reino) y Macarena (también de Jaén, pero con reminiscencias sonoras, rítmicas y temáticas muy claras de la Esperanza Macarena de Sevilla), quedamos bien servidos.

Tras finalizar el concierto, el párroco hizo entrega al director de la banda sinfónica de un diploma y un escudo con símbolos de la parroquia San Román-Santa Catalina, con sus logotipos y santos respectivos, para agradecerle el regalo inmaterial recibido. Después pude hacer bastantes fotografías y admirar sus imágenes muy de pasada, pues los músicos estaban recogiendo precipitadamente sus instrumentos y poniendo en orden nuevamente el templo con su mobiliario en los lugares adecuados. Por eso prometo volver a admirarlas en otro momento y con más detenimiento, pues tanto la iglesia como sus esculturas, pinturas e imágenes merecen una visita más sosegada.

No obstante, cuando llego a casa, quedo enterado de que la imagen que preside la iglesia de Santa Catalina ha sido restaurada por Pedro Manzano, mientras que las esculturas de San Pedro, San Pablo, San Juan Evangelista y San Sebastián, que completan el retablo, han sido intervenidas por Enrique Gutiérrez Carrasquilla. Y que hay restos romanos, visigóticos e islámicos, así como que los arqueólogos también han descubierto que el templo estaba construido fuera de la muralla de la ciudad y que nunca fue alminar de ninguna antigua mezquita, como se especulaba.

Sevilla, 29 de noviembre de 2018.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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