Romance de la infanta Cristina

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

I

Una infanta llegó a Barcelona

de la mano de Isidro Fainé,

reservada, seria y guapetona,

y en La Caixa no sabe qué hacer.

Pero un mocito, gentil y arrogante,

buen deportista, guapo y lozano,

a Cristina sonríe muy galante,

que es una estrella del balonmano.

Y el amor en los dos empezó a despertar,

mientras se oye una dulce canción

por la orillita del río Llobregat.

 

Estribillo

 

¡Ay, Cristina Federica!

La infanta más catalana.

Que las campanas repiquen

al compás de la sardana.

Se pongan como se pongan

ella nunca dice nada:

tiene aires de niña buena,

limpia como una azucena,

y un poco desmemoriada.

“Pubilla” de Barcelona,

presa de amor traicionero,

eres tan buena persona,

que dejaste una corona

para aceptar ser “florero”.

 

II

 

En Mallorca, vivieron contentos,

negociando con el President

y, por culpa de unos documentos,

acabaron en manos de un juez,

que los culpa de estafa, cohecho,

fraudes fiscales y otros delitos,

aunque Iñaqui, que estaba al acecho,

cerró enseguida su chiringuito.

Pero el juez sentenció con gran severidad

y al muchacho, sin más, condenó

a siete años en cautividad.

 

Estribillo

 

¡Iñaqui de mis entrañas!

¡Leyenda del balonmano!

Por culpa de tus hazañas,

eras un duque de España

y ahora un infame villano.

Se acerca la primavera,

ya florecen los capullos,

y el que deportista fuera,

¡Dios y el cielo no lo quieran!

Se escapará de ir al “trullo”.

 

Estribillo final

 

Los jueces y los fiscales,

al muchacho liberaron

y se contaban por miles

las disculpas que le echaron.

No irás camino del trullo.

España salvarte quiere;

has sido un poco capullo

por coger lo que no es tuyo.

¡Eso es lo que más nos duele!

 

Barcelona, 23 de febrero de 2017.

roan82@gmail.com

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