Por Fernando Sánchez Resa.
En una soleada y fresca mañana del pasado mes de enero, asistí a la misa dominical de las diez y media, en la Sacra Capilla de El Salvador de Úbeda (Jaén), tratando de recordar antiguos tiempos cuando yo era más joven y mis hijas gozaban de su infancia dorada. Iba buscando empaparme de belleza y nostalgia, a partes iguales, condensadas en la magnificencia de esta soberbia construcción del arquitecto Andrés de Vandelvira, complementada por su grandiosa iconografía; pretendiendo, también, escuchar las voces angelicales de sus afamados y recuperados seises, así como disfrutar de la antiquísima y tradicional presencia del pertiguero. Mas comprobé, amargamente, que llevaba un tiempo desaparecido.