Por Dionisio Rodríguez Mejías.
Los vilanos son esas semillas tan ligeras que llegan por el aire volando en libertad, se paran un instante y vuelven a elevarse sin destino, llevadas por el viento. Los niños, en el campo, corren tras ellos y juegan a cogerlos como si fueran mariposas. Cuando lo consiguen, cierran los ojos y piden un deseo. Después, abren las manos y los devuelven al aire, soplando levemente con la ilusión de que se cumplan sus antojos.