Por Fernando Sánchez Resa.
En aquel jueves, 27 de noviembre de 2014, de tan honda huella en los que hemos ejercido la docencia durante tantos años (cuando aún san José de Calasanz era nuestro santo patrón, antes de que su día festivo se transmutase en los movibles santos laicos‑políticos de los diferentes gobiernos democráticos), nos disponíamos a visionar la última película de Rossellini de este interesante y crudo ciclo: Alemania, año cero (Germania, anno zero, 1948), en versión original italiana, con subtítulos en español (que volaban que era un susto) y cuyos primeros fotogramas casi resumen el argumento…