Por Salvador González González.
Estoy leyendo, en estos momentos, un libro de Paul Manson; el título, ya de por sí, es ilustrativo y atrayente: “Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro”.
En las dos últimas centurias, el capitalismo ha sufrido cambios y variaciones que, por contra de lo preconizado por el marxismo, las más de las veces ha salido fortalecido; sin embargo, Paul Manson plantea si no estamos entrando en una nueva etapa de un cambio grandísimo, de manera que éste parece que está llegando al límite y originando una mutación tan radical que puede “parir” algo nuevo. Es la tecnología, según Manson, la responsable de ese cambio, que está haciendo añicos la economía basada en los mercados y en la propiedad privada, lo que, según él, nos traerá la oportunidad de una economía globalizada, socialmente más justa y, por ello, más sostenible.
Creo que, por ello, se debe hacer un nuevo planteamiento del concepto político de lo que significa “ser de izquierdas” o de “derechas”. El socialismo marxista evolucionó hacia la socialdemocracia, desde el momento en que el mercado y el juego democrático, aplicado a la praxis política, se introdujeron en la contienda democrática. El marxismo es como la tabla de multiplicar, que nos sirve para resolver un problema, y donde se realizan productos de factores; de la misma manera, el marxismo es un método de análisis histórico, que nos permite saber el porqué de la situación y las consecuencias por las que se ha llegado a un determinado devenir histórico; eso ha sido así, hasta los umbrales de la nueva sociedad tecnológica que estamos ya creando y viviendo. Por tanto, igual que antes, para ser de izquierdas, se suponía que en la lucha de clases a la que nos habíamos visto abocados, significaba tomar partido por el proletariado, es decir, por la clase social cuyo único patrimonio poseído era su propia prole; frente a la clase social capitalista que, aportando el capital, se apropiaba de la plusvalía que el esfuerzo de los trabajadores incrementaba en esos bienes de producción, por lo que la lucha política se encaminaría a lo que llamaban «El paraíso comunista» ‑que no era otro que la eliminación de las clases‑ y el gobierno de «La dictadura del proletariado»; dueño, por tanto, de los bienes de producción y, por ello, de esta plusvalía que con el trabajo de los obreros originaban; teoría que, por cierto, donde se ha aplicado en la experiencia política concreta, no ha conseguido nunca su objetivo; es más; en algún supuesto, lo que ha originado en su aplicación práctica ha sido un capitalismo de estado, o de una nomenclatura dominante, que pienso ha resultado más perjudicial que el de clase social.
Todo esto está saltando por los aires, siguiendo la tesis de Paul Manson. El sistema capitalista se está resquebrajando por la incorporación de la tecnología; sobre todo, la de la información, que está suponiendo que el concepto de lucha de clases no tenga hoy el sentido que tradicionalmente se ha venido entendiendo; ahora hay que recurrir más ‑a mi modo de ver‑ de todo el que quiere, en cierto modo, cambiar el “status quo”, el “establishment” socialmente imperante, o el que prefiere que siga todo tal cual; por eso, luchar para cambiarlo, por no estar de acuerdo con ese modelo, sería ser de izquierdas; y, por el contrario, el mantenerlo a todo trance, sería ser de derechas. Ese cambio de modelo supondría modificar todo aquello con lo que no se está conforme; ahí entrarían nuevos modelos antiglobalización y de defensa de territorialidad más cercana al individuo, incorporar la lucha de pueblo a la lucha de clases o valores conservacionistas‑ecologistas, basados en el ser humano; un nuevo reparto del trabajo, al irse cambiando las nuevas realidades laborales, entre todos los demandantes del mismo; establecimientos de mínimos vitales y de realizaciones personales en el ámbito socio‑cultural y de ocio; nuevos estímulos e incentivos, no basados exclusivamente en el dinero; nuevo humanismo, base de las relaciones entre los pueblos; solidaridad con el tercer mundo, basada en principios de comercio justo; propuestas reivindicativas, surgidas de indignados 15 M u otros; así como una largo etc., que la propia sociedad cambiante vaya introduciendo como objetivo que conseguir por todos.
Es obvio que este artículo requeriría un mayor espacio; pero pienso que el objetivo de llevar a una nueva consideración de los conceptos clásicos sobre políticos de izquierdas y derechas, por la superación de los mismos en el contexto tecnológico en el que hemos entrado, puede servir de estímulo para un nuevo planteamiento y, por ello, cumple el fin para el que lo he dado a conocer.
Me parece, por tanto, un anacronismo insufrible, volver a oír, en la lucha política, conceptos inservibles de un enfrentamiento de derecha contra izquierda, basado en algo que puede resultar caduco y sin sentido (si se circunscribe exclusivamente, de nuevo, en la supuesta lucha de clases, cuando hoy se busca, como objetivo, la llamada sociedad del bienestar que, prioritariamente, trabaja por garantizar la salud para todos, la educación y la igualdad de oportunidades entre otros objetivos), en el momento actual que nos toca vivir. Al menos a mí, como a Paul Mansón, me lo parece.