Por Dionisio Rodríguez Mejías.
4.- Cayendo por la pendiente.
Como no disponía de joyas ni objetos de valor, pensé en vender el coche y los libros para sacar algo de dinero, pero muy pronto descarté la idea: un vehículo usado pierde mucho valor y aún me quedaban letras por pagar. En cuanto a los libros, a aquellas alturas no me hubieran dado por ellos casi nada. Pasé el fin de semana dándole vueltas al asunto, hasta que harto de descartar los disparates que me venían a la imaginación, di con la clave. Fue como un relámpago. Era indecente, de acuerdo: pero era también la única forma de conseguir el dinero que necesitaba. Sabía del riesgo que corría, pero cuando se necesita dinero con urgencia lo único que importa es conseguirlo; por esa razón me lancé hacia aquella locura. Pensé que la persona ideal para llevar a cabo el disparate era mi antiguo jefe, el señor Emilio Fabregat. Analicé el programa, estudié hasta los últimos detalles, decidí que el lunes no era el mejor día para esta clase de negocios, y esperé a la mañana del martes para poner en práctica mi plan.