Volvemos a bajar los anchos peldaños de la escalera para que el portero de este magno edificio nos abra la antesacristía (que está separada de la iglesia) e ilumine su interior. Allí hacemos la cuarta parada. Nuestro amable guía invita a sentarnos en el banco que circunda la sala. La mayoría lo agradece y aprovecha el ofrecimiento. Entonces comienza su detallada explicación, recordándonos que fue el famoso Concilio de Trento el que ordenó las estancias que debía tener una iglesia desde ese momento; que antesacristía y sacristía están decoradas al fresco; y que aquí había sitiales del coro que luego pasaron a la iglesia.
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