“Barcos de papel” – Capítulo 23 h

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

8.- No me hables ahora: ¿No ves que estoy llorando?

Supongo que yo también me quedaría dormido, porque ‑antes de las ocho de la mañana‑ me despertaron las camareras que vinieron a ordenar la habitación y a cambiar la ropa de las camas, armando un enorme alboroto. Abrieron la ventana, ayudaron a Olga a incorporarse, echaron las sábanas en el carro que había en el pasillo, pusieron otras limpias y me pidieron que saliera. Algo más tranquilo, aproveché la ocasión para bajar a la cafetería y llamar a la pensión. Le dije a Catalina que estaba con Olga en el hospital, y me costó lo mío convencerla para que no acudiera a visitarla; pero insistí en que solo se trataba de una ligera indisposición y el médico había prohibido las visitas. No era muy razonable lo que le dije, pero fue suficiente para convencerla. Tomé un café con leche y un cruasán, por comer algo; compré La Vanguardia y, a hacia las nueve, volví a la habitación y me encontré con el doctor que terminaba de examinarla.

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