30 prosas de amor, 14

01-08-2012.
«Buenos días» le decía a la noche, sólo un beso le pedía al destino, sólo solo ardiendo en la pitanza, como juan gaviota, tu libro preferido, y solitario regateaba el cielo, esperando indeciso el toque de diana, me duermo en duermevela, oyéndote en la radio, mientras mi estómago reclama los grados de acidez, frutas, almaxes, caldocucas de crema en esa dieta amarga de todos los facones, la sierra aún nevada, cosechas veraniegas de postres agridulces, como los frutos secos que llenan mi barriga, el yodo de esta sierra en último responso, las tortas de la Kika con sus uvas de pasas montillanas.

Me desperezo vagando vagamente y suena en mis oídos el cantar de los gallos nuevamente, «porque quiero jugar mi vida a cada instante, dejadme a mí los pitos y el vacío de siempre», me plagiaba a mí mismo en aquel adiós de mi poesía penúltima, bellísima parábola me regalas la tele y el pecé de toshiba, trasiego en las mayúsculas de todos mis escritos, amor en prosas leves que hilvanan los tejidos de las noches sin corazón al lado, que levante la mano quien no haya sufrido habiendo amado tanto.
Planeos a media altura, así los días enteros, amaba gaviota el rizo lento, el balance en punta, la barrena invertida, amaba yo el vuelo gozoso de los libros, pelícanos y albatros descubrieron el miedo y los rastrojos, nacidos por la envidia, la intensa nieve arriba, allí ‑siempre en la cama‑ deshecha y desechada escribía mis sueños inconclusos, corrigiendo las letras que sobraban, contra viento y marea, subía por las paredes y aventuraba nuevas alturas y pliegues.
Son tan cortas las vidas y tan largos los destinos, tan veloces las horas que el día menos pensado, amor en prosas, prosa, cenizas, kirieleisons.

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