Las palabras de Alfonso le dolieron a Maurice, porque denotaban un desconocimiento total de la situación en que se encontraba. Pero no se las reprochó porque, en el fondo, sabía que Alfonso tenía razón. La fuga de Angelo con Rosalva lo dejaba una vez más sumido en esa soledad desatendida a la que no lograba acostumbrarse ni sobreponerse. Tenía además la intuición de que, esta vez, la escapada de Angelo presentaba indicios de abandono duradero, porque nunca, desde que conoció a Rosalva, lo había tratado con semejante frialdad. Cuando Maurice hablaba con él, no lo miraba a los ojos o lo hacía con una distante actitud de despego. Maurice estaba convencido de que la presencia de Rosalva había transfigurado la vida de Angelo.