Tirso de Molina, 3

22-11-2011.

El burlador de Sevilla y convidado de piedra: “De una comedia de honor a un drama teológico”.

No cabe duda, pues, que El burlador de Sevilla de Tirso está pensado en su estructura como un “corriente” drama de honor a la manera de Lope. Yo diría que aún más rico y complejo puesto que, como ya se dijo, se trata de cuatro casos de honor inscritos dentro de la misma casuística. Incluso la última escena de la pieza, ese “final feliz” con la aparición del rey encargado de recomponer el orden social desarreglado, es una concesión más por parte de Tirso a la fórmula del maestro Lope.

Ahora bien, sería un error monumental considerar El burlador de Sevilla sólo como una teatralización más sobre el tema del honor mancillado. Valorarla así equivaldría a olvidar que el título de la obra de Tirso termina en el segundo octosílabo: y convidado de piedra. Un olvido importante, puesto que será ese “convidado de piedra” ‑esa estatua de don Gonzalo‑ el que se ocupará de remozar la sobada convención dramática del tema del honor, elevándola a la categoría de drama religioso‑teológico.

Si Tirso hubiera terminado su obra mediante unas escenas en las que don Juan muriera a manos del Comendador don Gonzalo, vivo; o que, por orden del rey, don Juan debiera casarse con alguna de las damas de su rango por él ultrajadas, entonces El burlador de Sevilla se diferenciaría muy poco de los otros “casos de la honra”.

Si Tirso no hubiera “resucitado” a don Gonzalo de Ulloa, probablemente no existiera hoy el mito de don Juan. En cambio, resucitando a don Gonzalo y encomendándole la doble misión de, por un lado, vengarse como padre del ultraje de doña Ana y por el otro, actuar como instrumento de la justicia divina, arrastrando a don Juan hasta el infierno, Tirso no sólo ha respondido cumplidamente a la casuística del “tema del honor”, sino también a la casuística teológica llamada “De auxiliis”. Una vieja polémica en torno a la salvación del hombre que jesuitas y dominicos reactivaron a finales del siglo XVI y que refleja una honda preocupación de la época: el asunto de la salvación o condenación eterna.

Si Dios sabe de antemano cuál es el destino del hombre, ¿puede éste modificarlo?; ¿qué papel juega en ello la libertad? (1). Entre la Predestinación fatalista y la Libertad a ultranza, está la Gracia. La Gracia, que Dios concede al hombre y que es suficiente como instrumento de salvación. Gracia suficiente que, cuando el hombre obra mal, se manifiesta mediante advertencias de diversa índole para que el hombre la convierta en Gracia eficiente, eficaz. En definitiva, que nadie se condena sino por su culpa y que nadie se salva sino por la misericordia divina que se manifiesta a través de la Gracia. (2)

Como veremos, en El burlador de Sevilla, la Gracia se revela mediante consejos, avisos, ruegos o advertencias que diferentes personajes le expresan a don Juan, desde sus familiares y amigos hasta las mujeres agraviadas, pasando por su fiel criado Catalinón.

La habilidad creativa de Tirso consiste en haber ido introduciendo en un conocido sistema de signos, cuyo referente es de moral social (tema del honor), otro sistema de moral teológica (“De auxiliis”), al cual supedita el primero. Y, con ello, componer una pieza de teatro sin que ninguno de los dos sistemas coaccione la economía dramática ni funciones, en menoscabo de la pertinencia sicológica de los personajes.

Veamos, en los cuadros siguientes, cómo Acto tras Acto y de manera progresiva, la temática teológica se va infiltrando en la temática del honor a través de la voz de los personajes concernidos:

JORNADA PRIMERA

TEMÁTICA DEL HONOR
TEMÁTICA TEOLÓGICA

ISABELA:
“¡Ay, perdido honor!” (v. 26).

REY:
¡Ah, pobre honor! Si eres alma

del [hombre], ¿por qué te dejan

en la mujer inconstante,
si es la misma ligereza? (v. 156).
DON PEDRO:
(…)
sino en Nápoles también
y en el palacio real,
con mujer tan principal?
¡Castíguete el cielo, amén! (v. 84).

OCTAVIO:
¡Oh, mujer! ¡Ley tan terrible

de honor, a quien me provoco

a emprender! (v. 341).

TISBEA:
[…] Advierte,
mi bien, que hay Dios y que hay muerte. (v. 944).

TISBEA:
Mi honor conservo en pajas

como fruta sabrosa,

vidrio guardo en ellas

para que no se rompa. (v. 426).

TISBEA:
Esa voluntad te obligue,
Y, si no, Dios te castigue. (v.960).

 

CATALINÓN:
Los que fingís y engañáis
las mujeres desa suerte,
lo pagaréis en la muerte. (v. 904).

TISBEA:
¡Ay, choza, vil instrumento
de mi deshonra, y mi infamia. (v. 1001).

[…]
¡Ah, falso huésped, que dejas
una mujer deshonrada! (v. 1009).

[…]
Engañóme el caballero
debajo de fe y palabra
de marido, y profanó
mi honestidad y mi cama. (v.1021).

[…]
que en la presencia del rey
tengo de pedir venganza. (v.1029).

La importante cantidad de referencias al tema del honor en esta Primera Jornada confirma que el planteamiento de la obra de Tirso se asemeja a aquellas que escenificaban los conocidos “casos de la honra” basados en el ultraje de una mujer. Las intervenciones de la llamada temática teológica pasan, por su escaso número y poca extension textual, casi inadvertidas; aunque no por ello dejen de ser indicios anticipadores. Hay que esperar casi el final de esta Jornada Primera para que, al aviso de la venganza-muerte en el plano del honor (Catalinón), se añada la advertencia de muerte‑castigo‑Dios (Tisbea). Advertencias que, como veremos, se irán intensificando semánticamente y en su extension textual.


NOTAS

(1) Es el tema central de la novela picaresca más importante del Barroco, La vida de Guzmán de Alfarache, (1599-1604), escrita por el sevillano Mateo Alemán (1547-1614).

(2) Esta vieja polémica la reactivó el jesuita Luis Molina con la publicación en 1588 del libro Liberi arbitrii cum gratiae donis divina praescientia, providentia et reprobatione concordia. Consúltese, sobre esta cuestión teológica, el citado estudio de Mario F. Trubiano.


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