Un puñado de nubes, 96

18-11-2011.

 

León no pudo dormir en toda la noche. Ocupó una de las habitaciones pequeñas, la que estaba más cerca del dormitorio principal, por si Alfonso lo llamaba. Estaba preocupado por el estado deprimido en el que parecía encontrarse su amigo. El viaje a Davos parecía no haber surtido efecto beneficioso alguno; al revés: había operado en el ánimo de Alfonso una reacción negativa. León pensó en sí mismo y se dijo que, en su modestia, podía sentirse un hombre afortunado. Viejo, achacoso, previsible, rutinario, todo lo que se quiera, pero en gran medida un hombre afortunado. Y el pecho se le ablandó pensando en sus nietos. Especialmente en el niño.

 

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