Un fiel enamorado de nuestra Semana Santa, y 2

12-08-2010.
Con estas palabras, Ignacio se siente emocionado y agradecido, aceptando los designios de la vida que a veces son imprevisibles…
—¿Hasta cuándo te gustaría estar ejerciendo de costalero?
—Toda la vida.
—¿Es importante saber llevar el costal de vida que le ha tocado a cada cual? ¿Por qué?

—Ante todo somos costaleros de la vida y es muy importante conformarnos con el costal de vida que nos haya tocado. Si somos costaleros durante la Semana Santa no tiene sentido que no queramos a nuestros familiares y amigos: debemos serlo durante todo el año. No tiene significado ser creyente y costalero en Semana Santa y el resto del año no saber ni querer ayudar, ni hacer favores desinteresadamente.
—¿Cómo entraste en la Hermandad de Costaleros?
—Era un Viernes Santo de hace veintiocho años y estaba viendo la Soledad junto a Bartolomé Arias Charriel, miembro joven del Resucitado, quien me expuso el problema que tenía su cofradía, pues entonces los costaleros cobraban 5 000 pts., por sacar el santo, y ese año pedían 10 000 pts., y no podían pagarle esa cantidad. Entonces, algunos de mis amigos, los miembros del futbito de distintas cofradías y yo, nos ofrecimos a hacerlo. Por eso, los antiguos costaleros que cobraban nos amenazaron con navajas y todo, corriendo nuestra vida peligro durante una temporada ‑¡hay que ser valientes para ello!‑. Pero nos ofrecimos ese mismo año a sacarlo. Llevo veintiocho años saliendo en el Resucitado. La primera cofradía que lo hizo de esta manera fue la Oración del Huerto, en donde salieron los directivos bajo los tronos. Luego fue el Resucitado y después se hizo un convenio con el Borriquillo para sacarlos mutuamente; pero no se cumplió por parte del segundo. Llevo veintisiete años sacando al Borriquillo.
Lleva quince años debajo del trono de la Humildad, una década bajo la Santa Cena, un año bajo el trono de la Caridad de la Columna ‑le dijeron, cuando sacaron a hombros la Columna, que faltaba gente para la Virgen de la Caridad y entonces colaboró…‑ otro en el Cristo de la Expiración y, sobre todo, veinticuatro años alrededor del trono del Corpus Christi, además del trono de San Miguel y de la Virgen de Guadalupe. Durante mucho tiempo, ha salido en la Virgen de los Dolores de costalero y en la Procesión General, en el Borriquillo, también de costalero sin cobrar. Hacía doblete…
—¿Qué objetivos tiene la Hermandad de Costaleros? Háblame de tu cofradía preferida.
—La Hermandad de Costaleros tiene dos objetivos: Formación (quince años dando charlas) y Caridad, mediante pagos a Acción Católica, Manos Unidas, Campaña contra el Hambre, donativos o ayudas a las Monjas de Santa Clara, etc. Sacando siempre dinero desinteresadamente…
La Hermandad de los Costaleros es diferente a las demás cofradías, pues todos vamos a una: es más sencillo. Ignacio le tiene mucho cariño a su Hermandad, bien que se me nota… He pasado por todos los cargos. Todos nos respetamos mutuamente y muestra amistad es más duradera… Allí conocí a Miriam Ortiz Sánchez, que es mi amada esposa y que me ha dado dos hijas que son la principal razón de mi vivir y afanar cotidiano. Es en esta cofradía donde tengo los mejores e inigualables amigos, que se miden por la amistad desinteresada que nos profesamos y por el mutuo respeto que nos tenemos. Voy a contarte tres anécdotas:
Cuando ponían soportes para tirar cohetes a la entrada del Resucitado, un día se volcó la plataforma en la que iban embutidos y salieron rastreando por el suelo, pasando por debajo del trono. Los costaleros, con su ingenio natural e inmediato, tuvimos que subirnos a la plataforma interior para que los cohetes pasasen bajo nuestros pies…
Lorenzo Martínez Fernández fue el primer secretario de la Hermandad de Costaleros. Como tenía que irse a la mili, bajamos a la Estación Linares‑Baeza treinta o cuarenta personas, además de sus padres, para despedirlo. Como no se lo esperaba, además de cantarle “Adiós con el corazón…”, todos lloramos a raudales por la múltiple amistad que le despedía…
Cuando hice la celebración de la Primera Comunión de mi hija Miriam fue en el chalé de mis suegros, pues, como era hacia el mes de junio o julio y todos los locales de Úbeda estaban ocupados, mis amigos, “Los Costaleros”, fueron los que hicieron el chiringuito ya que ‑como siempre‑ estaban para las duras y para las maduras. Por ello resultó fabuloso…
—¿De quién fue la primigenia idea de procesionar a nuestro santo patrón, San Miguel Arcángel?
—Un día le dije a don José Lomas Maya que a los Hermanos Costaleros nos gustaría sacar en procesión a nuestro patrón San Miguel (pues en el Gavellar tenían uno para procesionarlo); pero él se negó, argumentando que ya había muchos santos en la calle. Cuando se enteró Eduardo Jiménez Torres, tomó la idea sin luego reflejarla ‑como tal‑ en ningún sitio. La idea de que San Miguel esté en la calle es nuestra, de la Junta Directiva de la Hermandad de los Costaleros, siendo yo presidente.
—¿Con qué animo se encuentran actualmente los costaleros de tu hermandad?
—Los costaleros están ahora ciertamente desmoralizados, pues se fanfarronean algunos de otras cofradías porque dicen que ellos son capaces de sacar sus tronos sin necesidad de ayuda. Mas luego, cuando ven que les falta gente, piden que les mandemos refuerzos y les dan una bofetada, sin manos, dejándolos de lado, porque a última hora se presentan sus cofrades… Otras cofradías buscan que les prestemos costaleros al principio de su constitución y, cuando llevan años ayudando a procesionar a la Virgen, les imponen que sean hermanos cofrades o si no van a la calle…
Vuelven a surgir a borbotones, cual géiser emanante, diversas anécdotas que anoto gustoso:
Cuando llovió un Lunes Santo, la Virgen de Gracia salió el Miércoles Santo y los Costaleros se fueron a sacarla y nosotros hicimos lo mismo con la Santa Cena, con sólo siete personas de las trece que en realidad se necesitaban, portando 4 500 kg. Cuando terminó la procesión, ante El Salvador, me temblaban las piernas por el ingente esfuerzo realizado. Iba con zapatos y todo…
He salido durante diez años de Rey Mago Baltasar, puesto que nadie quería vestirse de negro; bueno nueve, pues uno salí de Melchor. Un año, Loren Fernández se quedó con la capa cogida en el ascensor, cuando íbamos hacia arriba. Menos mal que los reflejos actuaron rápidamente y pudimos pararlo, pues si no se hubiese ahogado… Luego nos reímos mucho… Yo era camellero, que consiste en llevar a los Reyes por las casas. Así, el día 5 de enero, en San Nicolás, a las ocho y media de la noche, los Reyes Magos entregábamos los regalos en un estrado puesto al efecto en la portada de poniente. Después, nos íbamos a las monjas de Santa Clara y les dábamos regalos (ahora dinero, que tanta falta les hace) y ellas, a cambio, nos ofrecían sidra y mantecados de los que con sus amorosas manos elaboran.
También me enseña una tarjeta escrita por ellas, en la que les dicen a los costaleros, con palabras cariñosas, que les regalan las tortas elaboradas, pues tienen indulgencia plenaria, no queriéndoles cobrar a sus benefactores, los Costaleros, ni un duro por ellas… Lo que demuestra su candidez y bondad extremas, dignos calcos de su actuar celestial…
—A continuación, íbamos a las casas particulares, para regalar juguetes a los hijos de los hermanos costaleros. Tengo muchas anécdotas que contar…
Estaba bajo el trono del Resucitado, acabando ya de recorrer la calle Campanario, en su parte alta, al revés de su recorrido natural. Pretendía doblar, para tomar la Plaza de los Carreteros y después la calle San Nicolás, cuando me quedé sin freno, pues hasta ese día solo se llevaba uno, y rápidamente sujetaron el trono los hermanos penitentes. Aunque al principio todos creyeron que yo estaba de cachondeo, sin embargo, me encontraba histérico al pensar lo que podía haber pasado, atropellando a los viandantes que veían la procesión tranquilamente, sin sospechar el peligro que podían haber corrido. Debido a la rapidez con que se actuó, mediante la voz de alarma y la actuación de los hermanos cofrades, no pasó nada, gracias a Dios. A partir de ese día, ya se pusieron dos frenos por si fallaba alguno, y siempre, por precaución, se probaban antes de salir. Tal fue la impresión que me llevé, que luego estuve soñando, un tiempo, que sujetaba mi cama porque se le habían ido los frenos…
Era el año 86 y yo estaba de costalero bajo el trono del Borriquillo. Paco Madrid arreglaba el trono y puso fuera, al lado de la Borriquilla, una jaula de canario que, de vez en cuando, se liaba a cantar. Mira por donde, estando en la calle Montiel, el pajarillo empezó a trinar y Antonio Cobo, costalero que estaba debajo del trono y que no sabía esa circunstancia de llevar un canario encima, comenzó a imitarlo, y muy bien, incluso haciendo dúo entre ambos, reventando al canario que ya no tenía casi fuerzas para responder, mientras la gente no sabía a dónde mirar…
Ante todo es ubetense y quiere que la Semana Santa de Úbeda sea la mejor. Para ello pone su granito de arena siendo costalero, cofrade y penitente ejemplar, sirviendo de luz y guía para generaciones venideras. Es un hombretón, con frente ancha y despejada, con lentes para ver mejor el envés de las personas, de las situaciones y de los corazones…
Han transcurrido casi tres horas y a ambos se nos han pasado entre las manos. Su forma dinámica de hablar y sus gestos faciales me han hecho comprender todo lo que lleva dentro. Amigo de sus amigos y de todo aquel que lo necesita, respira optimismo y salud por doquier.
Al final, me enseña dos álbumes de fotos repletos de historia viva de todas las cofradías, y especialmente de la suya, la Hermandad de los Costaleros, donde Ignacio guarda como oro en paño las múltiples y diversas actividades realizadas…
¡¡Gracias amigo Ignacio, por esta lección de amor y entrega que me has recitado esta mañana, donde he pergeñado –tímidamente‑ tu enorme personalidad de niño grande…!!
Úbeda, 12 de septiembre de 2009.

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