27-04-2010.
Con motivo de la
Inauguración de la Biblioteca Escolar del CEIP “Costa Oeste”.
23 de abril de 2010.
Día del Libro.
Inauguración de la Biblioteca Escolar del CEIP “Costa Oeste”.
23 de abril de 2010.
Día del Libro.
Alicia era una niña muy curiosa. ¡Ya veréis por qué lo digo!
Aquella tarde, sus padres habían quedado para ir a merendar a casa de unos amigos, que hacía mucho tiempo que no visitaban.
—¡Alicia! ¡Date prisa en arreglarte! Te estamos esperando.
Alicia se asomó a la ventana de su cuarto. Quería saber qué tiempo hacía. Notó cierto calorcillo y pensó: «¡Es normal, ya ha llegado la primavera!». Así que decidió ponerse el vestido de flores azules que tanto le gustaba.
—¡Ya voy mamá! Estoy terminando de arreglarme.
Alicia era muy presumida y, siempre que salía con sus padres para visitar a sus amigos, disfrutaba con ir bien arreglada.
Sus padres no le habían dicho adónde iban a ir aquella tarde. De camino, Alicia se dio cuenta de que ella nunca había pasado por allí. Vio que el coche se había adentrado por un camino de tierra que atravesaba un bosque que había a las afueras de la ciudad. «¡Qué extraño!», pensó. «Yo nunca he venido por aquí. ¿Dónde vivirán estos amigos?».
Sus padres no dijeron nada a Alicia. La verdad es que ya hacía bastante tiempo que no los habían visitado.
En un claro del bosque, apareció delante de sus ojos una enorme casa. Resultaba algo extraña, porque estaba pintada de muchísimos colores muy chillones, por cierto. Las puertas, pues la casa tenía varias, eran todas azules. Las grandes, de color azul marino; y las pequeñas, azul celeste. Las ventanas, innumerables, tenían formas distintas. Las redondas eran rojas, las cuadradas estaban pintadas de tonos verdes y las ovaladas de color naranja.
La fachada era tan grande y tan alta que le cabía dentro el arco iris. Así que tenía todos sus colores.
Alicia no salía de su asombro al encontrarse delante de aquella extraña mansión.
—¿Quién vive aquí? —preguntó a sus padres—.
—¿No lo sabes? Aquí viven nuestros amigos, Luis y Pilar. ¿No te acuerdas de ellos? Cuando naciste, te regalaron el enorme cuadro que está colocado en tu cuarto. Sí, ese que está pintado con tantísimos colores diferentes.
—¡Ah, ya caigo! —dijo Alicia—.
Al bajarse del coche, sintió cierto escalofrío en su cuerpo. No sabía por qué, pero sospechaba que en aquella casa se iba a encontrar con alguna que otra inesperada sorpresa.
Luis y Pilar los estaban esperando. Tras saludarse, pasaron al salón para tomar la merienda que habían preparado. Alicia no paraba de observar con detalle y curiosidad cada uno de los rincones de la casa.
Luis y Pilar vivían solos. Así que Alicia no tenía con quién jugar. Como se aburría escuchando la conversación de los mayores, decidió curiosear por la enorme casa.
Subió con cuidado por las escaleras de caracol que llevaban hasta la buhardilla. Allí se encontró delante de un largo pasillo que, a medida que lo recorría, se iba estrechando cada vez más. «¡Qué raro! Parece que por aquí no sube nunca nadie», pensó. Notaba que el pasillo se iba haciendo tan estrecho que apenas si podía pasar ella sola.
Pero como era tan curiosa, no se detuvo. De pronto, vio, al final del pasillo, una puerta muy extraña. Estaba completamente cerrada. Observó que hacía mucho tiempo que nadie había intentado abrirla, porque estaba cubierta de telarañas por todas las esquinas. Además, al tocarla, notó que estaba totalmente llena de polvo. Pasó un dedo y dejó al descubierto el color. La puerta estaba pintada de verde pistacho. «¡Que extraño!», pensó Alicia. No se atrevía a abrirla; así que intentó descubrir qué podría esconderse detrás de ella. Al fijarse detenidamente, se dio cuenta de que tenía una forma extraña. «¿A qué me recuerda esta puerta?», se preguntó. Y pronto recordó que se parecía muchísimo a las celdas que las abejas construyen dentro de la colmena. ¡Nunca se podía imaginar que pudiese existir una puerta como esa!
Aquello picó aún más su curiosidad. Pero como estaba sola y el pasillo se había estrechado tanto, tenía cierto temor.
Entonces, puso la oreja cerca de la puerta y escuchó unos ruidos raros. Era como una conversación. Pero no entendía nada de lo que se estaba hablando detrás de la puerta. Acercó aún más el oído, pero nada. ¡Algo tenía que hacer! No podía quedarse parada.
Con cuidado y sin hacer ruido, giró el picaporte. Al abrirse lentamente, la puerta lanzó un chirrido inevitable. Alicia dudó por un momento en seguir con su intención de descubrir lo que había detrás. Pero venció su curiosidad.
Intentó asomar su cabeza y, cuando encontró el hueco suficiente, abrió sus enormes ojos y agudizó sus oídos:
—¡Campanilla! No hagas tanto ruido. ¡Ten cuidado que me vas a manchar mi vestido con tu polvo de estrellas! —escuchó decir a Cenicienta, que estaba a punto de iniciar su baile nupcial con el Príncipe—.
—¡Yo de un golpe maté a siete! —dijo con energía el Sastrecillo Valiente al Gato con Botas, que no sabía cómo deshacerse del Ogro que habitaba en el castillo que iba a ser la residencia del Marqués de Carabás—.
—¡Que le corten la cabeza!¡Que le corten la cabeza! —gritaba como loca la Reina de corazones, cuando vio que Alicia ayudaba al Pobre Soldadito de Plomo a mantenerse firme en el alféizar de la ventana, mientras miraba boquiabierto la danza de su amada Bailarina—.
Alicia seguía atónita, escuchando aquellas extrañas conversaciones que le resultaban disparatadas y sin mucho sentido. Pero como su curiosidad era grande, siguió atenta a aquellos ruidos que salía de detrás de la puerta:
—¡Detente malandrín! —gritó con fuerza Don Quijote, al ver cómo el Maldito Lobo intentaba destruir de un soplo la casa hecha con frágiles ramos por el Pequeño Cerdito, que temblaba de espanto—.
El Genio de la Lámpara, que había salido por sorpresa al ser frotada esta por el joven Aladino, dijo de pronto:
—¡Ábrete Sésamo!
Y Alí Babá descubrió el codiciado tesoro que ocultaban dentro de la cueva los Cuarenta Ladrones.
Alicia seguía sin entender nada. Así que se armó de valor y empujó con todas sus fuerzas la puerta de color verde pistacho.
A tientas, tocó la pared, buscando el interruptor de la luz.
—¡Aquí está!
Al encenderse la luz, Alicia gritó:
—¡Que barbaridad! ¿Cómo es posible tanto desorden?
Vio que el suelo estaba cubierto de viejos libros abiertos y desparramados por doquier, con sus páginas entremezcladas unas con otras.
Sin pensarlo dos veces, se puso manos a la obra. Fue recogiendo con sumo cuidado cada uno de los libros y descubriendo en cada uno de ellos los maravillosos cuentos que contenían en sus páginas.
Los fue colocando en las estanterías y anaqueles, no sin antes quitarles el polvo que acumulaban entre sus páginas, sus lomos y sus portadas.
Alicia no se daba cuenta del tiempo que había pasado desde que recorrió el estrecho pasillo y había abierto la vieja puerta en forma de hexágono.
—¿Dónde estará esta niña? —se preguntaban sus padres que, extrañados de que no respondiera, habían subido por la estrecha escalera de caracol para buscarla—.
Al final del pasillo, vieron luz detrás de la puerta verde. Entraron y por fin encontraron a Alicia.
Atónitos, descubrieron que Alicia había ordenado la destartalada biblioteca de la casa.
Luis y Pilar, que se había olvidado por completo de que en su casa había una biblioteca, agradecieron a Alicia su extraordinario trabajo.
Al salir de allí y antes de cerrar la puerta, Alicia escuchó con sorpresa al Pobre Soldadito de Plomo que decía:
—¡Por fin podré vivir feliz junto a mi bella Bailarina!
Maestro de Enseñanza Infantil.