Las ermitas, 2

11-02-2010.
Aquella sed de santos y reliquias, de milagros y portentos, se entretejió sobre el cañamazo de decenas de advocaciones en las ermitas levantadas por mil caminos.

La constelación ermitaña de Andújar y su término, constelación de ermitas y oratorios que hicieron de este trozo de tierra sureña un altar tan extenso y permanente que, parafraseando a Felipe II, podríamos afirmar que, en la Andújar de siglos pasados, el bastión de la fe era imperio soleado; afirmación que, con la perspectiva del tiempo, podemos comprobar que no conllevaba paralelamente un comportamiento convergente y coherente de la sociedad, que encorsetada, mojigata y medrosa, olvidaba las heridas de los caminantes, estando como estaba transida con los asuntos del cielo.
Clero, nobleza y burguesía eran, con sus contadas excepciones, los grandes terratenientes y latifundistas que creían obtener un salvoconducto para la vida eterna, compensando sus conductas caciquiles contra vasallos y parroquianos, con capillas, ermitas y oratorios donde expiar sus culpas.
Andújar, como una segunda corte, sobresaturada de condes y marqueses, superpoblada por frailes y monjas, vivía en un permanente milagro, incluso en el albor del siglo XX. Si siembran dudas mis palabras o creen que son tremendistas, transcribiré algunas notas sueltas que formaron parte del manuscrito de Santiago de Córdoba, ahora perdido entre los papeles de Paco Calzado: Historia de los movimientos sociales en los pueblos del Alto Guadalquivir y baja campiña: Andújar 1860-1940. Una información más amplia, que respalda cuanto he expuesto arriba, se puede encontrar en su publicación Andújar, 1900-1950: Aspectos económicos, sociales y políticos.
«La justicia social se reducía en la práctica a acciones coyunturales de caridad, y filantropía de las órdenes religiosas y asociaciones privadas. En 1901, Andújar seguía manteniendo la tradición conventual con siete órdenes religiosas.
Orden religiosa
Miembros
Actividad
Capuchinas
Trinitarias
Mínimas
Siervas de María
Madre de los Desamparados
Hijas de la Caridad
Padres Paúles
TOTAL
29
23
17
6
6
19
10
110
Clausura-limosnas
Clausura-dotes
Clausura-dotes
Enfermos-limosnas
Ancianos-limosnas
Enseñanza-expósitos
Enseñanza
 
 
Poco podían hacer estas órdenes religiosas con dos tercios de sus miembros en la vida contemplativa. Lo mismo sucedía con las asociaciones privadas dependientes del clero local, como la Asociación de Nuestra Señora de la Cabeza y de San Francisco Javier, dedicada a la enseñanza de los obreros adultos; Sociedad de Señoras de Número y Damas de Honor, las que con su caridad vienen endulzando las penas de los que sufren, calmando los dolores del que padece y aliviando, en cuanto pueden, la miseria del pobre; Damas de las Conferencias de San Vicente de Paúl, honorables mujeres pías que se entregan a la caridad; Hermandad de la Aurora o Hermandad de Ánimas, que para sus socios, protegidos y desahuciados tiene palabras de esperanza… En la misma situación de caridad era en la que se desenvolvía el Ayuntamiento con la mayoría de la población, cuando comienza el siglo XX: “…las clases trabajadoras de esta Ciudad… en gran parte vienen hoy implorando caridad pública, sufriendo los que la imploran el bochorno de recurrir a un extremo al que no están acostumbrados (?)… y perdiendo el natural fruto de esos brazos que huelgan, porque no hay quien los invierta…”.
Año tras año del primer quinquenio del XX, se irá repitiendo el mismo análisis de la situación social, viéndose obligada la Corporación a autorizar la mendicidad pública, prohibida por las ordenanzas municipales: “…por unanimidad se acordó que, mientras dure este estado atmosférico… se autorice a los braceros para que pidan, siempre que se haga con el orden y comedimiento debido”.
Entre las principales causas estructurales que provocaban aquella permanente caridad pública y privada, se encontraba la distribución acaparadora de la riqueza local, condenando a tres quintas partes de la población a la subsistencia límite. No podía ser menos, cuando el 0,82% poseía el 76,56% de la riqueza rústica y el 45,82% de la urbana, estando la emergente riqueza industrial en las manos de estos grandes propietarios. A la concentración de la propiedad se sumaba otro factor económico que repercutía negativamente sobre el resto de la población: para contribuir menos, “amillaraban” menos. En la última década del XIX, unas de las causas del empobrecimiento de las arcas públicas lo motivaba el fraude en la declaración de la riqueza rústica; en la provincia de Jaén, la ocultación era más del 25% de la propiedad real; en Andújar, la ocultación ascendía al 19,30% en agricultura y al 51,15% de la riqueza forestal.
En el tramado social de la clase dominante en Andújar, resaltaba especialmente la nobleza. En el tránsito del XIX al XX, la nobleza era propietaria del 22,61% de la riqueza rústica y del 5,06% de la urbana. Convocando a los nobles propietarios y a los vinculados a la ciudad por censos y familiarmente, Andújar se constituía en una pequeña corte con 37 títulos: 9 condes y 26 marqueses».
CONDES
MARQUESES
Agramonte
Almenas
Corbul
Gomara
Gracia Real
Lisea
Pozo Ancho del Rey
Prado
Quintería
Tavira
Torrejón
Caracena
Cayo del Rey
Cerro
Contadero
De la Casa Real
De la Motilla
Falces
Grañinas
Merced
Mérito
Monte Olivar Monte Real
Nibiano
Rianzuela
San Rafael
Santa Amalia
Santa Rita
Selva Nevada
Tejada
Torremayor
Valdecañas
Valenciana
Valle Ameno
Valverde de la Sierra
Vilanos
Villalta
 
Cuando terminé de leer este texto sobre la distribución de la riqueza en Andújar y la consecuente estructura social, comprendí el sentido estricto de las causas de la Guerra Civil:
«Las causas que provocaron la Guerra Civil de 1936 no se pueden instrumentar sólo con los eventos de dos fechas, 14 de abril de 1931 y 18 de julio de 1936, sino por procesos interrumpidos de nuestra Historia de España del siglo XIX. Políticamente, comienza en 1812; y, económicamente, en 1835, como consecuencia de los intereses agrarios de la nobleza y de la nueva burguesía, nacida durante el periodo liberal. La interrupción de ambos procesos provocaría un largo periodo preindustrial de España y una mayor injusticia social, que no tuvo más remedio que explotar en 1936».

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