El buscador de enigmas, 1

06-09-2009.
Comenzaremos diciendo que hay lugares concretos (el Cerro de la Cabeza o Cabezo de la Virgen es uno de ellos) que están signados por las alturas para que entre glaciación y glaciación, cuando andan emergidos de las aguas o de los hielos, sean nidales, que no cubiles, de los enigmas que los dioses nos regalaron.

Dice el profesor Juan G. Atienza en su libro Los supervivientes de la Atlántida:
«¿Por qué los Templarios, a cambio de su ayuda en la Reconquista, solicitaban la propiedad de ciertos “lug‑ares” (el entrecomillado y el guión son míos) cien años antes de su conquista? ¿Por qué estos lugares eran siempre centros de culturas megalíticas? La historia más lejana de la humanidad ha dejado un mensaje en las piedras, en las pinturas rupestres, en el misterio indescifrado de los petroglifos, en la mole de los megalitos. Y ese mensaje nos habla de un tiempo perdido en el que los dioses del Diluvio eran todavía hombres y habían llegado de alguna parte ignorada para transmitir su saber a los cazadores de la Prehistoria».
Es decir, que según el profesor Atienza, los protagonistas capitales de nuestro libro, los Templarios,cuando echaban el ojo a algún “lug‑ar”era porque ese paraje había sido ya, desde el principio de la aparición del hombre sobre la tierra, un centro de poder esotérico en un entorno cinegético, ganadero o minero.
Cierto es que hay una dependencia causa‑efecto, un hilo invisible, una intuición, que nos llevan al convencimiento de que, a partir de una determinada época de la prehistoria, incluso de la historia, y en lugares concretos, se producen unos hechos cuyo efecto alcanza hasta nuestros días. Esos hechos pueden ser migratorios, sociológicos, religiosos, para‑religiosos, folclóricos, artísticos, incluso políticos.
No son hechos surgidos de la casualidad. La casualidad es una excepción dentro de las causalidades. Y el Cerro, más tarde llamado toponímicamente «Cerro de la Cabeza», es uno de ellos. Yo diría, sin dogmatismos, que es único en Andalucía.
Hagamos “una regresión en el tiempo”,una regresión libre de hipnólogos y busquemos en el silencio limpio de nuestros corazones la voz de nuestras raíces. Sentiremos el chasquear de las piedras, buscando la chispa del fuego, el ulular de los lobos hambrientos, el silbar del viento, el estruendo entorrentado de los ríos jóvenes, el llanto de los niños escondidos en las cuevas, el bisbisear de las madres, mirando por la bocacueva a la luna roja.
Hemos retrocedido miles y miles de años, pero el Cerro sigue ahí, como lo prueban ciertos documentos antiguos o fotografías recientes, que lo representan, a veces en majestuosa soledad, de vez en cuando en bulliciosa actividad y otras veces solemnizada su altura como en un plano anónimo, levantado en el siglo XVIII, fruto del fervor y no de la realidad topográfica; o aquel otro dibujo del recinto amurallado de Andújar en el XVII, que el historiador Ximena Jurado hizo sin poder sustraerse del Cerro, cuando señaló en extramuros el Cerro en Sierra Morena.
En definitiva, como pretendía Torres Laguna o como resultado de la historia local, es el Cerro el que siempre nos condiciona la vida a los lugareños de Andújar por la fuerza de los hechos o porque lo usamos como pretexto para no fabricar sueños («el hombre es la suma de sus sueños») opara escapar de la realidad.
Son los hijos de la luz del Sur que cantan a las estrellas, imploran a las lunas, queman a sus muertos o levantan en sus brazos vellosos los llantos de un hijo nuevo.
¿Por qué ahí? ¿Por qué ese monte es “Sagrado” desde el principio de los tiempos y lo será hasta la hora en que el sonido de las trompetas nos convoque al abrazo eterno?
Despertemos y pongámonos a buscar con humildad y esperanza, porque quien busca, encuentra.

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