Historias de la mili

05-07-2009.
Cuando hube de pasar unos meses largos en el seno del Ejército Español ‑vía cosecha de recluta forzosa‑, allá por el año 1973, tenía alguna cosa clara y descubrí algunas cosas que en apariencia no existían.

La clara era que me jodían un año y pico de trabajo (y sus ingresos), que luego se me prolongó en un año más de paro por cuestiones burocráticas. Claro que, aunque soy persona de previsión y método, y acostumbrado a la disciplina (¡Pues no la llevábamos bien aprendida desde la Safa!), lo que menos me entusiasmaba era soportar la disciplina gárrula de los primeros analfabetos (a uno lo apodábamos “El Cabrero”). Claro que se trataba de pasar el tiempo de la manera más acomodada posible y, a poder ser, desapercibida.
Felipe González     
Descubrí, sin embargo, cosas inverosímiles para la época. Aparte de constatar que aquello sólo era un montaje para que chupasen del bote innumerables oficiales y suboficiales, caí en la cuenta de que éramos tropa asustaviejas, o sea, montada para asustar a la población civil; pues, como operatividad, la cosa era nula; y hablar de equipaciones y de armamento era como hacerlo en sánscrito: algo que no habría aguantado un enfrentamiento con otro ejército bien pertrechado.
Mas lo importante era que descubrí que había oficiales que ya mostraban una actitud y una tendencia democrática. Personalmente, por mi situación en el regimiento, traté en varias ocasiones a los oficiales del mismo. Alguno se atrevía a confesarte «que escribía poesías» (cosa que, tratándose de Granada y la triste herencia lorquiana, debía considerarse de mariquitas). Otro me consultaba sobre textos para leer, y no se recataba cuando aceptaba alguno tal vez controvertido. Sí que los había que te pedían las supuestas revistas pornográficas, que ‑dada la opinión que debían tener sobre mí‑ yo tenía guardadas en algún lado, para sus tediosas tardes y noches de guardia. Los hubo que me llamaban, cuando el cuartel se quedaba con el personal justo, por las tardes, a tomar con ellos algún cubata en el bar de oficiales.
Joaquín Sabina      

En aquellas confidencias, descubrí esa vena democrática (o intuición de lo que debía venir), que algunos se atrevieron a mostrarme. Entonces me decían, muy seriamente, que ellos, además de soldados, eran personas; y, mejor aún, ciudadanos iguales que los demás; iguales que su interlocutor. Que así se les considerase, cuando se les veía, de paisano, por Granada; y así los tratásemos (digo yo que se referirían a algunos, no a todos), cuando fueran vestidos de civil. Esto era importante, porque se seguía teniendo la obligación ‑yendo los soldados uniformados, como era obligatorio siempre‑ de hacer el saludo militar a todo aquel que supiésemos lo era, fuese de uniforme o no. Así que, insistían en renunciar a esa señal de sumisión.
Algunas de las conversaciones me llevaron a pensar, seriamente, en el concepto que debían tener de mí; o en la suposición de que yo tendría algo, en mi estancia en aquel regimiento, que trascendiese mi obligación de pasar los meses de estancia militar. Pensaba en el porqué de esas declaraciones arriesgadas, de todas formas. No se olvide la fecha en que estábamos: el asesinato de Carrero Blanco, en esos días. Tal vez pensasen transmitirme algún mensaje, que ellos creyesen que pasaría a los destinatarios adecuados.
Pedro Almodóvar      

Entiendo, sin que esto aparente ser un acto de presunción, que había algún informe o rumor respecto a mi persona, que debió correr entre esos sujetos. Nunca lo averigüé.
Pero me viene este recuerdo al ver cómo ahora se cataloga a un teniente general como «demócrata o de confianza del Presidente»; y pienso que esta persona debía ser, por aquellos años, uno de esos jóvenes oficiales que ya entendían que, además de soldados, eran ciudadanos.
Tal vez me equivoque. Tal vez no. Pero es una buena y sugerente idea.
 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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