De cuerpos y almas

07-06-2009.
Surgió la polémica irlandesa del tema tremendo de los abusos sexuales habidos (y demostrados) por clérigos o religiosos hacia los chavales o chavalas que estaban bajo su tutela o custodia de alguna u otra forma. Lo que se declara ahora para Irlanda podría declararse, a poco que se atreviesen masivamente los afectados, para España.
 

Mas no entraré en denuncias: lo escrito anteriormente ya vale por sí. Pero sí que entraré en las declaraciones que algún cardenal muy encumbrado y un acólito, vividor de la política y apegado a las sotanas, han realizado al respecto. Ellos valoran como mucho más criminal el tema del aborto que el de esos abusos sexuales.
Es indecente, como mínimo, plantear así las cosas, tergiversarlas tanto en los argumentos como ideológicamente, confundirlas para confundirnos a los demás. Y, doctrinalmente, tal vez no tendrían consistencia alguna, si no es en su mismo uso partidista o sectario.
¿Qué es más importante, el cuerpo o el alma…? Según las autoridades católicas, el alma siempre será muchísimo más importante que el cuerpo [¿de qué le vale a uno salvar el cuerpo si no salva el alma?]. El alma es el fundamento del ser, según doctrina admitida, y al cuerpo se le ha dejado como secundario soporte, subsidiario, para manifestación de aquella.
Un feto sería un cuerpo sin desarrollar, admitamos, por no polemizar que tuviese alma. ¿Pero, en qué desarrollo también esa alma?, ¿con capacidad de discernir, de desear, de actuar…? Esa alma sería hasta cierto punto un proyecto de alma, imperfecta e incompleta, como el feto.
Sin embargo, un ser con un cuerpo que ya ha adquirido desarrollo físico (con todas sus facultades plenas) le presta al alma las puertas y las ventanas para que adquiera su plena capacidad, para que pueda ejercer sus funciones. El alma, sin ese cuerpo, no vale nada (permitidme que dude de lo de la inmortalidad, aunque existen posibilidades, según tal vez se interprete la física cuántica). El cuerpo, sin esa alma (¿principio vital?), tampoco.
Cuando se ataca y violenta físicamente al cuerpo no hay duda de que se le hace daño al alma. Sufre el cuerpo y lo acusa el alma. Nadie me refutará esto, trabajando desde las premisas de la existencia del alma, claro, que es lo que la Iglesia expone como dogma.
Así, cuando se producían esos abusos sexuales en inocentes criaturas que se aterraban por cualquier pecado sexual (o supuesto pecado), ¿qué se maltrataba más, su cuerpo o su alma?, ¿a qué se le hacía más daño…? Sin dudar, al alma del inocente.
¿No es más criminal hacer daño en almas que se están formando que en cuerpos no formados? ¿Por qué, sin embargo, para tratar de minimizar el delito continuado, de hacerlo pasadero o invisible, se intenta confundir la terminología y hasta lo que dice la doctrina y el dogma? No sirve esconder la cabeza debajo del ala: hay que afrontar los hechos, clarificarlos, examinarlos, depurarlos, dar la cara. Necesidad, para dejar a la Iglesia Católica limpia de una vez y por todas. El lastre que va llevando, si no se le corta, acabará deteniendo a la “Barca de San Pedro”.
No se le hace ningún beneficio a esa Iglesia que tanto se dice querer y proteger, si no se entiende la actitud antes dicha como única forma de mantener puestos y privilegios, estructuras de un conservadurismo atroz, sólo porque en realidad benefician a la casta dominante y a sus intereses (y los criterios religiosos y morales sólo son una excusa para ello).
Se viene discutiendo también en estos tiempos sobre tema tan espinoso como el de la reforma de la ley del aborto.
Es una resurrección de la polémica (bueno, tal vez sólo estaba en coma) que ya se llevó a debate arduo hace años. Y, si en verdad estudiamos la ley anterior, se verá que había flecos o fisuras por las cuales se podía atajar y legalizar la operación abortiva. Sobre todo, el indeterminado acceso por razones psicológicas, que tan imprecisamente se pueden evaluar.
Para mí, es incuestionable la necesidad de decidir si se trata del peligro vital de la madre (¿qué es eso de que es más importante ese feto todavía en formación que la vida de una madre, ser que puede traer más vidas al mundo, aparte de traer alegrías o compartir vivencias con sus allegados, marido, hijos, padres?), o de la inviabilidad del feto, o la malformación o enfermedad tremenda del mismo. En estos supuestos no veo nada más que decisiones dolorosas, pero necesarias (las unas y las otras). Entonces, estará la conciencia o la creencia de cada una o uno para obrar de una u otra forma; no la imposición de sólo una vía.
Abortar durante las primeras semanas (¡ojo, las primeras semanas!), al comprobar que se tiene un embarazo no deseado, deberá ser también opción libre. Algunas criaturas, así traídas al mundo, logran luego obtener el cariño y las atenciones que de inicio se les negaban; mas son demasiadas las que vienen al mundo para sufrir o malvivir, y no tenían culpa alguna ni merecían pagar por la de otros. Hay que pensarse eso con mucha más caridad de la que se tiene, utilizando la maza doctrinal a ultranza. Se ha olvidado, por quienes no debieran olvidarlo, el aserto de Jesús de que los hijos nunca tienen que heredar la culpabilidad de los padres (yo me pregunto demasiadas veces por qué los católicos, o cristianos, tienden a escoger de la doctrina del fundador sólo lo que les interesa o conviene).
Ahora se lanzan desde el gobierno a una supuesta corrección de estas pegas legislativas, modificando la ley, y se han metido en un verdadero jardín. Admitir la libertad de decisión de las menores, desde los dieciséis años, para abortar, sin que tengan que intervenir sus tutores naturales (que deben ser los padres) es del todo una barbaridad, traída por los pelos de unas leyes previas también más que discutibles. Si la mayoría de edad está ahora mismo en los dieciocho años, y hasta ahí se reconoce la tutela de la menor (por ello no votan), ¿a qué dejar sin efecto la misma en temas tan importantes como una operación médica? ¿Se dejó ya para que se pusiesen pechos de silicona? ¿Sí?, pues me digo que nos colaron un golazo. La salud de una hija no puede dejarse al albur de su decisión, si es menor.
Es absurdo que nos estén tutelando a toda la ciudadanía por consumo de tabaco o alcohol (que eso es lo que tratan de hacer las campañas y leyes existentes al respecto), seamos menores o adultos, y no tengan tantos escrúpulos cuando de lo anterior se trata. Absurdo, arbitrario e inconsistente. Las argumentaciones “de manual doctrinario feminista” que se esgrimen llegan a parecerse, por su terquedad y contumacia, a las que usa la derecha recalcitrante para otros temas (y éste, pero al revés).
A propósito de derecha recalcitrante y beatona, también clamaban a voz en grito contra el divorcio, mal que acabaría con la familia. Poco menos que anticristos fueron los que lo permitieron. Sin embargo, ahora, ¿ha oído usted hablar del divorcio?, ¿ha oído usted clamar contra el mismo…? ¡Si es que son ellos, los de la derecha, los que más se divorcian en este país! (Últimamente, ha habido una boda de exministro aznariano, por lo civil y tras divorcio previo de los dos contrayentes). Vaya, ya no esperan a que la Santa Rota les “anule” su enlace. Lo disuelven por lo civil y santas pascuas. Son prácticos estos muchachos, pese al apego a la sombra clerical.
Eso es obrar conforme a lo que se dice que se cree y lo demás son tonterías, sí señor. (O es que yo, como no lo practico, no creo en la virtud del sacramento de la confesión).
 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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