Profecía

 17-04-2009.
Yo profetizo que este hombre maldito precipitará nuestro Reich en el abismo y hundirá nuestra nación en una miseria inconcebible. Las generaciones futuras os maldecirán en vuestra tumba por lo que habéis hecho.
Carta del General Ludendorf al Mariscal Hindenburg, Presidente de la República de Weimar.
 

Ludendorf fue Jefe de Estado Mayor en la Gran Guerra, bajo Hindenburg, y posteriormente favoreció e instigó a los movimientos derechistas, incluido el partido nazi, al derribo de la república socialdemócrata alemana. La carta la remitió a su superior, a la sazón presidente de la nación, ante la certeza de lo que ocurriría desde finales de enero del año mil novecientos treinta y tres, cuando se le permitiese a Hitler el acceso a la Cancillería.
Hitler tomó el poder como Canciller el treinta de enero de ese año.
Desde el primer mes se suprimieron las libertades civiles. A los dos meses, el Reichtag, parlamento alemán, cedía su capacidad legislativa. A los cuatro meses, se suprimían todos los sindicatos de trabajadores. A los seis, desaparecían los partidos políticos excepto el NSDAP (Partido Alemán de los Trabajadores Nacional Socialista). Al año se suprimía la autonomía de los lander (estados).
Otros logros no menos “importantes” fueron, de inmediato, la instalación del primer campo de concentración, en Dachau, el veintidós de marzo del treinta y tres; la quema pública de libros de autores perversos, degenerados, comunistas y antipatriotas del diez de mayo; la firma placentera del Concordato con el Vaticano el veinte de junio, a pesar de avances legislativos, ya promulgados, camino de la eugenesia, la eutanasia y la selección racial (autorización de la campaña de esterilizaciones masivas); y a pesar de esas evidencias…
Lo que el viejo parlamento y los partidos no consiguieron en sesenta años, lo ha conseguido vuestra clarividencia de estadista en seis meses.
Carta del Cardenal Von Faulhaber al Canciller Adolf Hitler, en julio del año treinta y tres. (¡En la purga posterior asesinarían también al jefe de la Acción Católica!).
La cumbre paroxística de esa inicial trayectoria, primer tramo de sus planes, ya vaticinada por el General Ludendorf, se produciría en la noche del día treinta de junio del año siguiente, denominada desde entonces “La noche de los cuchillos largos”, que luego se entendería cuando en el inicio del mes de agosto moría Hindenburg y Hitler asumía la totalidad del Poder sin oposición alguna.
En esa noche, acometió la purga de sus propios partidarios, los de la SA, que eran un claro contrapoder. Clamando contra la permanente “revolución” de estas masas expertas en la acción directa contra todo lo que aparentase ser oposición (especialmente comunista), enemigo o judío, Hitler se permitió el asesinato de algunos de sus mandos, al frente de los cuales estaba Ernst Röhm. De paso se cargó al anterior Canciller (General Schleicher) y a otros políticos moderados e incluso colaboradores íntimos de la primera época de su partido.
La revolución no es una condición permanente, no debe convertirse en una situación prolongada. Es necesario encauzar el río de la revolución que se ha desbordado en el lecho seguro de la evolución.
Discurso de Hitler a los gauleiter, el seis de julio.
En efecto, ¿para qué quería más revolución interna si ya consideraba ganado todo en política interior…? Los asesinatos no obtuvieron ni la mínima repulsa por parte de ningún estamento social ni jurídico. Hubo un clamoroso silencio cuando no hasta aquiescencia. Las masas de camisas pardas, tan numerosas e incontrolables (se contaban unos cuatrocientos mil miembros y se redujeron más de la mitad), quedarían como instrumento propagandístico y de coacción, a veces de acción contra objetivos muy concretos (los judíos), mas no como base del control interno, que pasó a las élites de la SS, el cuerpo fiel y fanático tristemente célebre.
He revisado la extraordinaria película-documental El triunfo de la voluntad, que llevó a cabo la directora adicta Leni Riefenstahl, en la revista del Partido de Núremberg, ¡apenas dos meses después de los asesinatos!, y me maravillo y me aterro del grado de entrega al dictador al que se había llegado ya.
¿A qué esta exposición conocida…? Puede que no sea tan conocida, o que sea necesario el recordarla. La secuencia de hechos hacia un final previsto y decidido sin escrúpulos ni contemplaciones es de manual para los que pretenden llevar a cabo sus iniciales “revoluciones”, aún en la actualidad. Sobre todo los que, como aquel austroalemán, acceden por medios democráticos a un poder, que luego pretenden perpetuar para sí y con los apoyos convenientes del partido único que se funda. Lo peor es que existen quienes pueden justificar tales desviaciones y perversiones con el escaso argumento del acceso “democrático” que, parece ser, lo justifica todo.
Cuando no existen otros contrapoderes, otros instrumentos de control y de limitación de la acción de gobierno, o los que existen quedan arteramente manipulados y corrompidos por el poder, entonces es fácil caer en la dinámica descrita. Especialmente en época de desestabilización y desideologización, como la actual, los populismos más inverosímiles se hacen hueco en las mentes ya ahítas de las masas que, al estar defraudadas por unos políticos mediocres o sin escrúpulos, se dejan embaucar por los diseñadores de sus nuevos paraísos. Luego, si esos dictadores sienten ya afirmado su poder interno, se lanzarán a aventuras externas; si no lo tienen tan seguro o están faltos de los medios para esas aventuras, entonces mantendrán a perpetuidad la sensación de que existe una revolución inacabada o amenazada. El caso es que siempre tendrán razones para justificar su permanencia en el poder, su dictadura.
Todos los dictadores argumentan así su presencia y permanencia y todos en sus inicios hacen votos de humildad, asegurando salir del cargo en cuanto no cumplan las promesas hechas. Lo que pasa es que siempre existen “enemigos” internos y externos que impiden realizar esas promesas. Y por lo tanto, ¡pobrecitos!, ellos no pueden abandonar sus deberes en los que tanto han puesto y por los que tanto sufren. Es truco viejo; también Hitler lo llegó a decir a sabiendas de que ya nadie se lo tomaría en cuenta. En la Historia occidental sólo se conoce un caso, en la Roma republicana, en que el dictador designado, Torcuato, una vez acabado el peligro para el que se le requería y por el que tenía poderes excepcionales, cejó su dictadura y, dicen, se volvió a sus campos.
 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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