Un testigo de cargo: el cerro de los héroes, 4

14-03-2009.

El 1 de abril de 1939, cuando terminó la Guerra Civil, la paz no llegó a Andújar, sino la ley del talión; porque ese mismo día, la prisión comarcal y otros edificios comenzaron a llenarse de cientos y cientos de presos, de palizas y de muertes en la enfermería, además de la depuración laboral y social para sus familias.

Cuantificando los actos oficiales de represión y sus consecuencias durante el primer año de posguerra, en el Juzgado Comarcal de Responsabilidades Políticas de Andújar se celebraron 40 consejos de guerra a 487 personas. De estos consejos, las penas de muerte, que no se conmutaron por cadena perpetua, se ejecutaron en el Cementerio de Andújar con ceremonial casi público; y otras, en el Cementerio de san Eufrasio, de la capital de la provincia.
A otros inculpados de Andújar, que tenían abiertas causas en Jaén por su significación política desde la proclamación de la República en 1931, se les juzgó en Jaén; de ellos, seis terminaron ejecutados como los anteriores y enterrados en fosas comunes del mismo cementerio. En 1939, para algunos socialistas y comunistas que no aceptaban la derrota, la guerra no había terminado o, ante tanta represión, eligieron huir a Sierra Morena para continuar superviviendo con los huidos de otras poblaciones.
Como consecuencia de las refriegas armadas o la aplicación de la “Ley de fugas”, la Guardia Civil ejecutó en el término municipal de Andújar a muchos de ellos y también, por mera sospecha, a colaboradores y familiares. Haciendo un balance de la diferente casuística anterior, las víctimas republicanas fueron 170.
Cuando se habla de grandes cifras de muertes suele suceder que se enmascara la dura realidad con la estadística. No obstante, cuando cada una de esas muertes tiene nombre, se provoca un momento de reflexión. Antes he citado las cifras de muertes violentas durante la guerra (según sus fuentes) y después de la guerra por ideas religiosas, políticas o por la sola y mera venganza. En mi manuscrito, no sólo daba sus nombres, sino también las perversas circunstancias que provocaron la mayoría de sus muertes, nacionalistas o republicanos.
Aunque la transición política española hizo punto final a un número importante de esas muertes, todas ellas pertenecientes al heterogéneo grupo republicano, es necesario que la sociedad actual de Andújar rectifique, primero conociendo los nombres y después dignificando a aquellos que han sido olvidados en fosas comunes. No puede existir PAZ y DEMOCRACIA real si olvidamos parte de nuestra historia; si, al igual que a partir de 1939 las víctimas nacionalistas fueron honradas con la máxima dignidad, no se hace con los republicanos, después de haber pasado 65 años, porque para los muertos no pasa el tiempo.
En 1991, fecha en la que se perdió mi manuscrito entre “el cerro de papeles” del inolvidable Paco Calzado, abandoné prácticamente cualquier investigación sobre Andújar; no obstante, con los escasos apuntes que conservo, ahora informatizadas, de la década de los ochenta y la bibliografía publicada en la última década, el censo de víctimas es estremecedor durante la guerra (1936-1939) y a partir de 1939, cuando en Andújar llegó la “paz del talión”.
Cuando en el primer trimestre de 1977, Adolfo Suárez convocó Elecciones Generales para el 15 de junio, en Andújar surgieron grupos de extrema derecha como en la mayor parte de las poblaciones. Uno de esos grupos nacidos en Andújar, en junio de 1977, fue el Frente Anticomunista Iliturgitano (FAI). Tuve el honor de ser reconocido por el FAI como comunista, a pesar de mi afiliación socialista, recibiendo por correo una carta circular, acompañada de una breve nota manuscrita insultante. En el texto se recordaba a las 78 personas, «aquellos que dieron sus vidas por DIOS y por la PATRIA (ESPAÑA)».
El autor de la carta circular, que se molestaría mucho con sus adláteres por la nota adjunta, publicaría décadas después un anecdotario intencionado sobre “Andújar, de la República a la Guerra Civil” en el que se incluían 77 nombres o “relación de personas que, por ideas contrarias al gobierno de la República o creencias religiosas, murieron de forma violenta”.
Esta relación es muy coincidente con la de Miguel Gutiérrez, sacerdote integrista paúl, quien en su obra Andújar y su santuario facilita los 72 «nombres que están escritos en el libro de la vida». Esta cifra sería rebajada a 57 ó 59 por investigadores universitarios (Francisco Cobo, Rafael Gil Bracero, Rafael Quiroga-Cehyrouse…). Sea cual sea su número final, dependiendo de cómo se computen, lo importante ahora no es cuestionar el número como forma de subasta de quién tiene más o menos víctimas en un bando o en otro, máxime cuando muchos miembros de las familias de aquellas víctimas hoy no están en los mismos campos ideológicos y sociales que sus antepasados, siendo la hora de considerar a las víctimas de ambos frentes como nuestras víctimas.
Ya ha pasado tiempo suficiente, desde 1936, cuando la sociedad de entonces quebró el sistema básico de convivencia y de respeto a la vida. También, desde 1977, ya ha pasado el tiempo de la conveniencia política por miedo a una nueva ruptura durante la transición… En aquellos primeros años de este último período, perduraban aún los sentimientos encontrados de 1936. Quienes vivimos activamente, desde dentro, el boomerang de la transición, fuimos testigos y sujetos directos de la presión ideológica y física que los extremos ejercían sobre la sociedad española.
Durante la campaña electoral para las elecciones legislativas constituyentes, 15 de junio de 1977, el Frente Anticomunista Iliturgitano se expresaba así:
«Estamos próximos a entrar en el mes de julio, tan caluroso como aquél de 1936. Los que tenemos la suerte de seguir aún con vida y sabemos lo que aconteció en Andújar por aquellas fechas, tenemos la ineludible obligación de hacerlo saber a las generaciones actuales ‑y venideras‑ para que tengan conocimiento de lo sucedido. Hombres de buena fe, cristianos, fervientes católicos, y de todas las profesiones, fueron sacados de sus domicilios… para ser VILMENTÉ MARTIRIZADOS Y ASESINADOS por los mismos ideales de los hombres que, ahora, se presentan ante vosotros con pieles de cordero. Nos referimos a los socialistas, comunistas, los de la CNT, FAI, UGT, etcétera».
Después de este introito y otras generalidades, relacionaban las víctimas de «aquellos que dieron sus vidas por DIOS y por la PATRIA (ESPAÑA)». Sin ninguna reserva por mi parte, todos ellos fueron víctimas; aunque, como sucedería también entre las víctimas republicanas, en alguno de ellos no todo fueron grandes ideales.
64 VECINOS DE ANDÚJAR, ADEPTOS A LA CAUSA NACIONAL, VÍCTIMAS EN EL TÉRMINO MUNICIPAL: 1936/39.
9 VECINOS DE ANDÚJAR, ADEPTOS A LA CAUSA NACIONAL, VÍCTIMAS FUERA DEL TÉRMINO MUNICIPAL: 1936/39.
Fuentes:
Manuel Garzón del Nido, Andújar, de la República a la Guerra Civil, 2000.
Frente Anticomunista Iliturgitano, ¡Españoles, iliturgitanos!, 1977.
P. Miguel Gutiérrez, Andújar y su Santuario, 1947.
4 VECINOS DE OTRAS POBLACIONES, ADEPTOS A LA CAUSA NACIONAL, VÍCTIMAS EN EL TÉRMINO MUNICIPAL DE ANDÚJAR: 1936/39.
Fuente:
Frente Anticomunista Iliturgitano, ¡Españoles, iliturgitanos!, 1977.
Aunque en la guerra cualquier escala de valores pierde la magnitud humana, todas estas muertes fueron injustificables, a pesar de que casi todas ellas recayeron sobre los que de una forma u otra representaban para la gran mayoría del pueblo los estamentos que causaban su miseria y marginación social desde siempre. Representaban desde su posición económica o ideológica la adhesión y sublevación contra la República, erigiéndose el Santuario en un símbolo militar y religioso dentro de Frente Sur. Además, en el día a día, durante los primeros meses de la guerra, la población civil no sólo recibía las noticias de las muertes de las suyos en otros frentes, sino que en Andújar moría la población más débil bajo las bombas de la aviación nacionalista, que Queipo de Llano ordenaba desde Sevilla.
Desde el 30 de julio de 1936 al 16 de abril de 1937 estos bombardeos sobre Andújar provocaron muerte y destrucción: 60 víctimas, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. Muchas familias, adeptas al Movimiento Nacional, además de sufrir en ellas la muerte de los bombardeos, tenían que enfrentarse después a la venganza de algunos milicianos descontrolados, porque les culpaban de ellos. Manuel Garzón del Nido, que para él y su familia «la guerra fue excepcionalmente dura» (incluso él se libraría de la muerte por la intervención de una familia de grandes principios republicanos), me manifestaba esa misma angustia. Cuando escribía Andújar, de la República a la Guerra Civil, manteníamos frecuentes conversaciones sobre los motivos de la guerra, casi siempre poco coincidentes, y los miedos familiares por las consecuencias de las muertes que provocaban los bombardeos del Capitán Haya sobre Andújar. Estos miedos y su adhesión al Movimiento fueron los que le llevaron a huir al sector combatiente de “la causa nacional”.
60 MUERTES POR BOMBARDEOS DE LA AVIACIÓN NACIONALISTA SOBRE ANDÚJAR: DEL 30 DE JULIO DE 1936 AL 16 DE ABRIL DE 1937.
Fuente:
Manuel Garzón del Nido, Andújar, de la República a la Guerra Civil, 2000.

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