Hola, amigos Diego, Dionisio, Manuel y Alfredo:
Sigo con interés vuestra tertulia (en la que intervine un par de veces) y, una vez más, constato que, como ya dije en otra ocasión, se puede empezar el diálogo intercambiando opiniones, pongamos por caso sobre un tema tan abstruso como lo es el del sexo de los ángeles, pero casi inexorablemente se terminará en un enfrentamiento, más o menos duro, entre la izquierda y la derecha, cada una con sus respectivas ramificaciones.
Y, de nuevo, ha ocurrido lo que en otras ocasiones: que uno de los compañeros/amigos (Manuel Almagro) encabece su participación escribiendo con cierta sorna:
«Mantener una correspondencia epistolar en este ambiente no es bueno ni para la salud, que es lo más importante. Por eso voy a ser extremadamente breve en la que, quizá, sea mi última intervención».
Y, efectivamente, Manuel Almagro no ha reaparecido. Ya antes, Alfredo Rodríguez terminó su intervención del 09125‑1 diciendo:
«Sigo pensando que la fórmula del Rincón del Café es buena y que no debería contaminarse con la expresión de una creencias políticas maximalistas y excluyentes, que nunca darán origen a discusiones y sí a peleas. Por mi parte, me voy de este saloon trasquilado y bizmado, pero nada aburrido».
Es decir, que cada cual se siente disgustado no porque el otro piense de manera diferente a mí, sino disgustado (y quizá sea un eufemismo) por “lo que me dice” el otro.
En conclusión, que se empieza con la estatua del general Saro y se termina con la demostración de «por qué uno cree que Zapatero es […] uno de los mejores presidentes de la historia de España» (Diego, 090127‑1), mientras que otro (Dionisio, 090127‑2) ridiculiza la presencia y discurso de un «líder carismático» y presidente.
Inocentón se sería si no se pensara que se trata del mismo personaje al que Diego ensalza.
Pues claro que cada cual puede empezar por donde quiera y terminar por donde le parezca. ¡Faltaría más! Lo que ocurre es que, entre el empezar y el terminar, unos se han enfadado con otros, y unos y otros se sienten ofendidos, descalificados, indignados, y se podría añadir un largo etcétera de seudónimos. Lo he comprobado y lo podéis comprobar: hay que andarse con pies de plomo cuando se escribe; hay que tener muchísimo cuidado con lo que se dice, porque cualquier frase o palabra semánticamente rica puede ser entendida de modo no deseado, aunque sufra una distorsión o descontextualización evidentes. Y yo me pregunto: «Si esto es así, escribiendo en nuestro Rincón, imaginemos que la tertulia transcurre en una cafetería real…».
¿No sería preferible que el principio, el medio y el final de cualquier tertulia sobre cualquier tema se desarrollara como termina Diego su “Yo pienso”, cuando dice:
«No seré yo quien rompa la armonía que nos debe unir en este Rincón».
Por favor, que sólo somos media docena los que cafeteamos en él… Acordemos los instrumentos para que no se rompa esa armonía. Creo que es la manera más inteligente, noble y productiva.
Buenos días y un buen abrazo a todos.