090128

Ahora mismo no sé si es refrán, dicho popular o sentencia evangélica. Al caso, es lo mismo. Lo digo por aquello de que “no hay más ciego que aquél que no quiere ver”.
La fe es una constante del ser humano como “animal social” (que dirían los griegos de la antigüedad). La fe es creer en los hechos y dichos de otras personas, sin haber sido testigos directos de ello, sin haber “experimentado”. En este aspecto es “racional”, porque nos fiamos y “racionalmente” aceptamos la sinceridad del que nos habla. Esto nos tranquiliza y nos da seguridad.

Se deja de tener fe cuando, por experiencia, vivencia o por la vía de los hechos, deducidmos “racionalmente” la insinceridad de quien nos habla.
Pero, con más frecuencia de lo deseable, suele ocurrir que admitir por la vía de los hechos la insinceridad de las personas o ideas en las que hemos puesto nuestra fe, y con ella nuestra seguridad, nos dejaría tan “desarmaos”, “tan vacíos”, tan tambaleantes e inseguros, que nuestros poderosos mecanismos de defensa (predominantemente inconscientes) se ponen inmediatamente a trabajar, negándonos la realidad, tal cual es. Entonces, el ser humano se convierte en un “incondicional”, en un “fundamentalista”. Y “busca” explicaciones “racionales” para autoconvencerse de que los hechos no son como son. O lo que es lo mismo, actúan nuestros poderosos “mecanismos de racionalización” de una forma más o menos consciente.
¿Podemos aplicar estas reflexiones a la situación actual de este país y, en general, a la sociedad o “civilización occidental” actual?
Dejamos de creer en la Trascendencia, pero no dejamos de buscar “nuevos salvadores”. Llámense éstos “sexo y/o consumismo exacerbados, Islam, ZP, Obama…”. Pero sólo el “principio de la realidad” nos hará realmente libres. Sólo el afrontar los hechos tal y como son, sin racionalizaciones, nos permitirá buscar y tomar las mejores soluciones, sin poner en peligro nuestra libertad individual y social, asumiendo de forma racional y libre ‑y no de forma impositiva‑ los costes que tengamos que asumir, en aras a conseguir una sociedad más justa, equitativa y libre.
«Por sus obras los conoceréis». Ésta sí que me parece que es una sentencia evangélica. Pues eso.

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