Los doce caballeros del Temple, 2

15-12-2008.

 

Es curioso que este buscador o si lo quieren buceador, nieto de aladrero y de linaje morisco, ande en tiempos cibernéticos, como el pastor colomero1, entre luminarias y riscos gritando en los desiertos de las conciencias, sabiendo como sé que, cuando baje por los repechones de San Ginés o levante el polvo del camino viejo de San Mancio, los corazones de los hombres se mofarán de mis visiones.

 

Además tengo un handicap: que no disfruto de brazo diestro ni siniestro secos para demostrar el portento. ¿Tendré que gritar, como se gritó hace siglos, en la calle de la Alhóndiga, el desesperado «No hay quien me ampare, Dios mío»?
A estas alturas, ya irán ustedes, mis disidentes o anuentes lectores, comprendiendo mi hipótesis, mi meta, que no es otra que andar por caminos de herradura distintos a los de Ricardo González o Isidro Pérez, los brujos ufólogos de Canal Sur, artífices de Flash Back para llegar, al fin y al cabo… al mismo lugar, el lugar mágico y sagrado de El Cerro de la Cabeza.
Además… ¿se han dado cuenta, queridos lectores, de que, sobre sus carnés de identidad, esos dos personajes llevan apellidos castellanos y leoneses, como si de nuevo los templarios quisieran acumular tesoros, plantando sobre El Cerro una cabeza parlante recamada de oro y pedrerías? ¿Por qué no se habrán apellidado Alcalá, Algaba o Alcázar? ¿Habrán intentado ser los nuevos narcotizadores de Andújar, reencarnados en un aquelarre mediático como es su programa de Regreso al pasado, como también han intentado encandilarnos los autores de ese libro amarillo titulado Tumbas sin nombre?
No intento ni quiero caer en la tentación de minusvalorar sus méritos. Al fin y al cabo, con su aldabonazo en Canal Sur, han zarandeado las conciencias de los que andamos siempre en vela, a la espera de que aparezca, en la negritud de las noches, una lluvia de estrellas.
Regreso al pasado es un programa que ha cometido un error; el mismo error que los templarios: cabalgar de dos en dos y utilizar el mismo caballo. También se ha escrito a dúo el referido libro de Tumbas sin nombre. Entre aprendices de templarios andamos, evidentemente.
El caballo desbocado del extrañamiento, el caballo de Vargas Machuca,masacrando cráneos junto a Jacobo “Matamoros”, que cruza y vuelve a cruzar los desfiladeros de Despeñaperros a su libre antojo y pernada, ignorantes ellos de que en nuestros pozos limoneros, además de ocultarse la luna creciente, se entrecruzan oscuros pasadizos donde Juan Eslava, el nazarí, guarda para los siglos que han de venir las lápidas perdidas de los templarios.
Él, Juan Eslava Galán, conoció a un hombre excepcional; yo también: el caballero don Manuel Álvarez Tendero. ¿Para cuándo su beatificación? Tal vez no haya recibido ese don de la beatificación, que con tanta generosidad el Papa polaco imparte y reparte, porque consiguió que un converso “safista” de Andújar, que en su niñez veraneaba en el lar materno de Arjona, tomara los hábitos religiosos; pero no pudo retenerlo cuando colgó los hábitos. No diré su nombre, aunque de él estoy recibiendo una inestimable ayuda en este libro.
Ariadna, mi admirado Juan Eslava, aquí no existe. Nuestro laberinto tiene múltiples entradas y una única salida. Sólo se necesita, sólo hace falta una hilada de oro sutil, sedosa, casi imperceptible: la hilada de la búsqueda, la hilada de la mirada sabia, la hilada de la mirada abierta, la hilada enrocada entre lo blanco y lo negro, para comprender que lo mismo es arriba que abajo; que son idénticos los ángeles de las tinieblas que los demonios de la luz. Sólo así se puede subir desde el valle de lágrimas a la “Montaña Sagrada”. Sólo así podemos caminar de noche hasta llegar al alba, sin miedos ni linternas. Es tan angosto el veredón, tan oscura la noche, tan asombroso el paisaje que, a veces, sientes tiritañas2 al oír los alborotos, vivas y palmeos de quienes han elegido el camino ancho y las alforjas repletas.
Ni culpo ni levanto el dedo; sencillamente signo otra elección, otra manera respetable de buscar el destino más allá del horizonte. Una elección esotérica con voluntad de búsquedas. Un destino, a “lo Saulo,que me aleja del galope del caballo; que me separa de los cohetes y estandartes flameados; que intenta galvanizar, al menos con una capa de verdad, la plata de los cetros; que me hace huir de los templarios apócrifos, mucho más de sus mozos de cuadra y pesebre que, sin tener en su corazón el secreto de la piedra roja, se atiborran de espuelas y de vino, mientras merman, insolidariamente, los denarios de quienes han sudado de la nona a la tercia en la viña del trabajo honrado.
Aquí, cada uno tiene un papel que representar; pero sigamos andando, porque el desierto es largo y la sed abrasa. Cada persona, cada hombre o mujer, tiene su sino y su signo en esta aventura de la vida. Yo vi ‑fue mi sino‑ la luz limpia del sur en la calleja de Las Parras, aledaña del Torreón de la Fuente Sorda. Piedras, hoy tapiadas, del Alcázar pisé junto a los pasadizos de la casa solariega de Las Escalerillas. Voces escuché ‑que no sólo hay espíritus encadenados en Bélmez de la Moraleda‑ del rey León V de Armenia, un rey privilegiado al que el rey Juan I, allá por 1383, generoso y castellano, entrega para su uso y disfrute, graciosamente, las villas de Madrid, Villareal y Andújar.
León V de Armenia, tan conocido de los estudiosos esotéricos, como citado de soslayo por nuestros historiadores ‑según el profesor Atienza‑, está entroncado genealógicamente con el hada Melusina. Quizás fuese esta la razón de adjudicar a este enigmático reyde Armenia esta tierra nuestra, impregnada de un esoterismo de primera magnitud. Pero… ¿quién fue el hada Melusina? Brevemente diremos que Melusina es un personaje de fábula que se encuentra citada por primera vez en el Román de Mélaune de Jean d’Arsas, aparecido en 1393 y que inspiró a Goethe la famosa y fabulada obra de La nueva Melusina.
A Melusina, por no aburrir y con todos nuestros respetos, podríamos calificarla como precursora de las sabatinas, ya que había recibido de su madre el don de tener, los sábados, la parte inferior de su cuerpo en forma de serpiente. Con tal poder, contrae esponsales con el conde Raymondín, a quien hace prometer que nunca intentará verla ni poseerla en sábado. Pero, un día de sábado malhadado, el conde sorprende en el baño a su esposa y ésta se escapa por una ventana del castillo de Lusignan dando horribles gritos. Lusignan era una hermosa y bruja tierra coronada por un castillo, donde nació Hugo III, rey de Chipre, que en 1269 se hizo coronar rey de Jerusalén.
Aparecen de nuevo entre nosotros indicios templarios… Pero acabemos con Melusina, citando lo que Alain Desgris, sorprendentemente, nos dice de ella:
«Melusina es un arquetipo que aúna a la vez a la Lilith talmúdica y al ser primordial andrógino representado por Bafomet».
En la Ruta mágica de la página web de la Universidad de Jaén, se dice:
«Jaén y Andújar, a la cabeza, han ejercido, a lo largo de la historia, una especie de atracción poco explicable desde el punto de vista estrictamente histórico. Pueblos, gentes, artistas, santos, guerreros han llegado hasta ellas en diferentes momentos. ¿Por qué y para qué? Quizás hay razones subterráneas, lo que solemos llamar “esoterismo”, que explican presencias y conductas inocentemente registradas en los libros de historia».
Precisamente es en la catedral de Jaén donde, quienes lo deseen, pueden contemplar la imagen del bafometo, figura que tantos quebraderos de cabeza y tanto misterio ha dado a los templarios.
¿Es la catedral de Jaén, entonces, un lugar templario? Nada afirmamos sobre ello, pero podemos narrar la siguiente anécdota:
En el sur de Francia, en el Languedoc, muy cerca de Carcassone se encuentra el pueblecito de Rennes le Cháteau, donde a finales del siglo XIX, François Berenguer Sauniér, cura de la parroquia del pueblo, empezó a construir la iglesia (ermita de Sainte Madeleine, ubicada en el solar de una fortificación visigoda). Mientras ejecutaba las obras, encontró unos manuscritos e inscripciones que le llevaron a realizar una gran cantidad de viajes, poniéndose en contacto con sociedades secretas y grupos ocultistas.
Y aquí viene lo curioso. Uno de esos viajes fue a Jaén, donde se tiene constancia de que su última noche la pasó en la Taberna del Gorrión, junto a la Catedral.
Meses más tarde, el cura de Rennes inició una serie enorme de construcciones, cuya financiación era inexplicable. Misterios de la Ruta mágica

 


 

1 Colomero. De Colomera (Granada). (Se trata de un localismo, no recogido en el DRAE).
2Tiritaña. Convulsión producida por el frío. (Se trata de un localismo, no recogido en el DRAE).

 

 

 

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