24-06-2008.
XXXVI
LOS DIOSES SUNTUARIOS, OCIOSOS, sentados a la mesa, barajaban
indolentes los naipes, distribuían a su antojo mareas,
constelaciones, ríos sobre la tierra
de los continentes, selvas, hogueras, volcanes, aves
en los cielos y otras habladoras que imitaban
a los hombres, y hermosos animales en los montes.
En sus juegos festivos colocaban guirnaldas de farolas
para ver pasar al hombre solo por las desiertas avenidas, como
un sonámbulo que recorre las habitaciones vacías
de la noche. Semejantes a los emperadores que hicieron
la guerra sobre los tableros, se repartían los trópicos
y los astros, las islas, los mundos enraizados
y los flotantes y las riadas de estrellas presas
en las tinieblas. Los dioses se olvidaron de los seres
menores: el junco, los gorriones, la yerbabruja, la hoja
que cae o el hombre que cede. Aburridos, ociosos, derramaron
los naipes sobre el firmamento y mancharon la noche de ron de
caña.