23-06-2008.
Siempre hay un primer pío, pío y luego un adiós.
La voz rota que no acabada,
el niño que llega tarde,
mil lecciones en una misma pizarra.
Una madre preocupada,
un compañero que ayuda,
el olor a goma salvadora,
el timbre diario abriendo esperanzas,
la fuente de las peleas por querer colarse,
la milagrosa mercromina que todo lo cura,
el lápiz que mengua despacio mientras sube la confianza…
Y siempre esos ojos negros abiertos anhelantes como pozos sin fondo…
Imposible desenamorar.
Me llevo los recuerdos de las frías mañanas
y del sol entrando por las ventanas.
Os dejo la clase lista para que otra voz joven con más fuerzas, que no con más ganas, ocupe las ilusiones que yo ocupara.
Que la vida es pasar entre libros las historias vivas de cada día.
Que lo malo no es tener el pelo blanco sino el alma negra,
y todavía tengo tiza (encendida la reserva ya, que esto cansa)
para lucir
las manos blancas,
blancas y libres,
abiertas y claras.
En mis cincuenta y cinco años Safa (41 como maestro) caben todos los números.
Ahora podré hacerme amigo del reloj sin prisa
y mañana cruzaré la acera y siempre miraré estos patios.
Y escucharé los ecos alegres del recreo
(que un colegio en silencio ‑cualquier silencio‑ no es colegio)
y seguiré el rodar de esa pelota medio hinchada
que huye despavorida de los futuros ases del fútbol…
Me alejaré despacio y de frente para poder miraros mejor un rato más.
Y en mi garganta habrá un nudo y en mis ojos lágrimas.
Hasta siempre.
Que las despedidas son buenas si breves.
Os saludo el alma.
Enrique Hinojosa Serrano.
Junio, 2008.