25-04-2008.
Aguja de mi destino,
¡quién te pudiera enhebrar!
¡quién te pudiera enhebrar!
Adelantaron ligeramente la llegada. Burguillos, adrede, retrasó el encuentro y forzó discretamente plácemes por la visita. Parecía una lista de boda. Aceptó, sin poderlo remediar, los regalos. Se los mostraban las dos a una con manifiesto afán de verle impresionado: «Excelente todo, y de muy buen gusto, pero yo no necesito nada de todo esto. Esto son lujos ‑añadió‑ y yo tengo voto de pobreza…». Un poco más y la señora de la Bastida le zurce con el abanico. Isa se empeñó en que se probara un fastuoso batín de raso. Era una obra de alta costura. Color fucsia rayado en blanco, con bocamangas, bolsos, cuello y solapas en azul bien armonizado. ¡De teatro! ¡Qué raro se encontraba el hijo del señor Manuel, el Cerero! A Isa le frustró su empeño de que se lo probara sin sotana.